Cada vez más parejas pronuncian sus votos matrimoniales no ante sacerdotes ni concejales, sino ante actores. Es una tendencia al alza en Estados Unidos y países del norte de Europa; los novios buscan personalizar su día y hacer de una ceremonia más protocolaria, un evento muy emotivo y memorable. El actor Toni Pons (Palma, 1975) sabe cómo llegar a la gente y emocionarla, mediante técnicas interpretativas de las que es experto. Conocido por su papel en películas como Pan de limón con semillas de amapola (2021) y obras de teatro como Ganivets a les gallines (2015), también oficia bodas.
El intérprete empezó por accidente en el mundo de las nupcias. En una empresa de animación, a través de la que presentaba eventos y realizaba espectáculos interpretativos, un buen día le propusieron la, por aquel entonces, extraña tarea de oficiar una boda. «¿Yo?», fue lo primero que le pasó por la cabeza a Toni, escéptico de su potestad para llevarla a cabo. Tenía apenas tres días para prepararse un papel que marcaría la vida de dos personas, con una actuación en vivo y en directo que no entiende de tomas falsas. La boda fue un éxito y la primera de una larga lista. Doce años más tarde, se ha convertido en uno de los referentes del sector en la Isla.
«Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, solo de momentos; no te pierdas el ahora» es uno de los versos del poema Instantes, atribuido polémicamente a Jorge Luis Borges, con el que Pons suele dar comienzo a tan especial ceremonia. Las bodas que oficia siguen una estructura formal, pero centrada en el simbolismo. Transcurren a modo de viaje por una serie de momentos, característicos de un rito nupcial, que entremezcla con el relato de la historia de amor de los novios, para recordar el comienzo de un camino que, a partir de ese momento, recorrerán de la mano. «Por mi profesión, tengo una manera de escribir muy cinematográfica y, a la hora del guion o la exposición ante el público, se nota. Consigo que la gente disfrute y conecte con lo que cuento», dice el actor, que logra convertir un momento para muchos aburrido, que se espera rápido para alcanzar el banquete, en una suma de recuerdos divertidos, emotivos y de reflexión.
El trabajo del actor es aportar emotividad a la ceremonia y hacerla más cercana y memorable
El refrán que dice «de una boda sale otra» acierta en el caso de Toni. Muchos invitados acaban solicitando sus servicios, impresionados por su toque personal. La mayoría de sus clientes son alemanes, ingleses y, desde que se inaugurase en junio la conexión directa y regular entre Nueva York y Palma, también estadounidenses. Los mallorquines se muestran más conservadores, pero cada vez más plantean este tipo de boda, que, recalca Toni, no es un show, sino una ceremonia simbólica. «Si le preguntas a los novios si el momento en que se dicen ‘sí quiero' ante todos sus amigos y familiares es un paripé, tendrán claro que no. Es una de las experiencias más importantes de su vida», reivindica Toni que, por destino o casualidad, cumple este jueves una década de su particular ‘sí quiero' a su mujer, Ieva.
El apunte
Anécdotas extravagantes
Doce años oficiando bodas dan para muchas anécdotas y peticiones, cuanto menos, extravagantes. En una ocasión, una pareja pidió a Toni que se hiciera pasar por sacerdote ante todos los invitados, con disfraz incluido: «Me negué en rotundo. Yo no engaño a las personas. Esto no es una pantomima». Sin duda, una de las bodas que guardará en su memoria es aquella en la que el novio apareció ante todos invitados, congregados en una playa, a bordo de una lancha, chaqueta al hombro y zapatos en mano, con la música de fondo de James Bond. Minutos después, la novia apareció en escena montada a caballo.