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El músico y actor Joe Van Moyland abre un nuevo local

«Tras instalarme en la Isla, ahora me cuesta encontrar un sitio más bonito para ir de vacaciones»

El británico Joe Van Moyland abre su tercer local en la Isla. | Jaume Morey

| Palma |

En su narrativa, Jane Austen se muestra pulcramente moralista, aunque no por ello desliza un discurso conformista. Al contrario, sus obras susurran, como el apuntador bajo las tablas del escenario, las normas de etiqueta de una sociedad cambiante. Esta entradilla con aroma previctoriano viene a colación de Joe Van Moyland, propietario del bar restaurante Ocho, en Palma, entre otras facetas más cautivadoras que desgranamos a continuación. Cuando nuestro protagonista cruzó el umbral del establecimiento y me clavó la mirada, me vino a la mente el señor Darcy, ese hombre alto, de gráciles facciones y porte aristocrático, sueño húmedo de la aguda y puntillosa Elizabeth Bennett, ambos protagonistas del célebre manuscrito de Austen Orgullo y prejuicio.

Pero, volvamos al siglo XXI, una época en la que desde la modestia Joe Van Moyland ha dejado huella. Primero con The Pipettes, una banda que rescataba con nostalgia el sonido de los 50's y 60's, donde tocaba la batería y componía temas con un linaje deudor del wall of sound de Phil Spector; y The Ronettes, The Shangri-Las y The Shirelles clavadas en el retrovisor. Las melodías frescas y estilizadas continuaron, con un significativo cambio de registro escorado al indie rock, en Joe Lean & The Jing Jang Jong. Si con los primeros lucía una imagen sesentera, en su segundo proyecto su estética entroncaba con la de los hermanos Reid, sus ‘majestades' The Jesus and Mary Chain. Aunque musicalmente eran menos oscuros. Y es que a Joe el negro no le sienta bien. Emocionalmente, digo. Porque con su envidiable planta hasta un peto de obrero raído le caería bien. Además, el bueno de Joe no deja de sonreír, es de aquellos tipos que, como decía Morfeo en You're the one, ‘cuando te da los buenos días lo hace de verdad'. Tuvo buen ojo la mallorquina Stefania Borràs, propietaria de la cotizada firma Datura, al echarle el guante. ¿O fue al revés? Lo ignoro. No soy cronista social, esas preguntas se me atragantan. El caso es que se conocieron en Nueva York y, tras la irrupción de la pandemia, Stefania le propuso que se retiraran a cuarteles de invierno… ¿Y qué mejor lugar para pasar el trago que Mallorca?

En consecuencia, a Joe le han fastidiado las vacaciones, pues asegura que tras descubrir la Isla, «ahora me cuesta encontrar un sitio más bonito para ir a pasar unos días». Además de músico y restaurador, este británico nacido en la hermosa Yorkshire, cuna de grandes artistas como Richard Hawley, Jarvis Cocker, Bryan Ferry y un largo (créanme, muy, muy largo) etcétera, Joe se ha desempeñado también como actor. Sus apariciones en Jane Eyre, un título de la saga Star Wars y la serie Los Tudor dan buena cuenta. No contento con ello, explotó su vena creativa en la publicidad, donde se situó con éxito en ambos extremos, «como actor y creador de contenidos». Y recientemente ha reactivado su vena musical, «después de mucho tiempo he vuelto a componer un tema». Ocho no es su único sustento, posee dos locales más, en Valldemossa y Palma.

Como dijo Paul Newman, siempre he pensado que ‘un hombre sin enemigos es un hombre sin carácter', por eso rehuyo como del diablo de la gente extremadamente cortés, comedida y complaciente. No me parecen de fiar. Además de poco interesantes. Fíjense que Winston Churchill opinaba que ‘si cuando hablas nadie se molesta, es que no has dicho absolutamente nada'. El caso es que, en apariencia, Joe encaja con el estereotipo de tipo afable. Pero algo en su mirada me dice que hay una trastienda mucho más vitriólica y desordenada que su pulcro escaparate. Y, qué demonios, un tipo con el que compartir una pinta charlando de sus artistas de cabecera, con Ramones a la cabeza, no puede defraudar. Que este Darcy moderno no les engañe, de insulso aburguesado no tiene nada. Joe es un bon vivant contumaz, de esos que apuran los días hasta el último sorbo, consciente de que la vida es como una atracción de feria: emocionante, aterradora y rápida. Y solo puedes subir una vez.

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