Los «superalimentos» no solo no existen, sino que hay otros alimentos habituales en la dieta que tienen propiedades equiparables y que, además, son mucho más asequibles económicamente, según la investigadora del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Jara Pérez. Los «superalimentos» no existen, al menos no con esa idea que llevan asociada de propiedades curativas, únicas e independientes del conjunto de la dieta», afirma la investigadora. De hecho, «la chía es igual de 'super' que las lentejas o que una naranja», zanja la experta. Así lo refleja la científica en su libro 'Los superalimentos', el nuevo título de la colección '¿Qué sabemos de?' (CSIC-Catarata). «Mi intención es ofrecer una guía práctica para que el consumidor pueda tener una idea general de cómo enfrentarse a un 'superalimento', de la evidencia científica que hay tras las informaciones que recibe sobre el mismo y poder así realizar elecciones bien documentadas", afirma la científica del Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos (ICTAN). Si bien no hay una definición oficial, «se podría decir que los 'superalimentos' son alimentos con un origen generalmente exótico que no formaban parte de nuestra alimentación habitual hasta hace pocos años, pero que se han promocionado en los últimos tiempos debido a sus efectos en la salud, aparentemente muy poderosos», según la autora. Ese poder no siempre está refrendado por la comunidad científica, por lo que la investigadora comienza su texto explicando cómo se desarrollan las investigaciones en nutrición que determinan si un alimento es beneficioso o no para la salud. Partiendo de esa base, la especialista en nutrición aborda el análisis de diversos grupos de «superalimentos» para, en algunos casos, desmontar, y, en otros, explicar con detalle sus propiedades y cómo se pueden incorporar a la dieta para realmente obtener algún beneficio de su consumo.
Bayas de goji vs zanahorias
Un clásico dentro de los 'top ten' de «superalimentos» son aquellos que contienen antioxidantes, sobre todo polifenoles, un grupo de compuestos que pueden reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares y diabetes de tipo 2. En este escenario, aparecen las bayas de goji, la chía o el açaí. «Todo el mundo ha oído hablar de este producto, procedente de tierras lejanas, pero poca gente sabrá lo que es el cambrón, una planta similar que se cultiva en Almería, y que presenta propiedades similares», comenta Pérez. Es cierto que las bayas de goji contienen polifenoles, «pero en cantidades similares a otras muchas frutas, como la ciruela», aclara Pérez. Otro componente por el que destacan es el betacaroteno. «Se insiste en que su contenido es superior al de la zanahoria, pero también es cierto que con el consumo de 50 gramos de zanahoria estaremos cubriendo las necesidades diarias de dicho compuesto", aclara Pérez.
Además, añade la investigadora, «otra cuestión que se debe considerar es el precio de estos productos, porque un kilo de bayas de goji suele costar unos 15 euros, mientras que la misma cantidad de zanahorias vale algo más de un euro». Es decir, en el campo de la alimentación, un producto más caro no significa que sea nutricionalmente mejor. «Si nos gusta comer bayas de goji, açaí o cualquier otro alimento incluido en estas listas podemos consumirlo, pero los antioxidantes, al igual que otros compuestos que se asocian a los 'superalimentos', se encuentran presentes en todos los alimentos provenientes del reino vegetal, por lo que aseguraremos una ingesta suficiente si tomamos cantidades elevadas de frutas, verduras, legumbres, frutos secos y cereales integrales», afirma la experta.
«Superalimentos détox» que pueden intoxicar
Otro de los grandes de esta lista son los productos détox. «La cuestión es que nuestro cuerpo ya dispone depotentes sistemas detoxificantes como son el hígado, los riñones, los pulmones y la piel. Muchos de los alimentos promovidos bajo esta etiqueta solamente tienen buenos perfiles nutricionales y son aptos para incluir en una dieta saludable, pero no van a desintoxicarnos», aclara Jara Pérez. De hecho, es más bien al contrario. En el caso de los batidos verdes, preparados a base de grandes cantidades de verduras como las espinacas o las acelgas que algunos gurús aconsejan tomar hasta un litro al día, pueden convertirse en un producto perjudicial. «Este tipo de verduras de hoja verde son ricas en ácido oxálico y calcio. La unión de ambos compuestos genera oxalatos, que forman lo que conocemos como piedras en el riñón. De hecho, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) identificó en 2016 los niveles de ácido oxálico en los batidos verdes como un riesgo alimentario emergente», justifica la experta.
«Supercereales», «superedulcorantes» y sal «buena»
Cereales como la espelta, kamut, tritordeum o trigo sarraceno también reciben la etiqueta de «superalimento», pero, una vez más, Pérez advierte de que no hay que «dejarse cegar por lo exótico, ni pensar que lo que sensorialmente resulta más agradable, puede ser más saludable». En ese sentido, la autora recomienda que en la etiqueta del pan que se consuma aparezca, simplemente, integral. «La normativa actual señala que, para que un pan reciba esa denominación, tiene que haberse elaborado íntegramente con harina integral, o en caso contrario, la cantidad empleada ha de estar indicada expresamente», explica Jara. Algo similar pasa con los edulcorantes.
Panela, sirope de arce o azúcar moreno se anuncian como más saludables, pero en todos los casos se trata de productos que contienen entre un 70 y un 95 por ciento de azúcar, de modo que «la idea que debemos fijar es que hay que bajar la ingesta de azúcares libres en nuestra dieta, independientemente de su presentación». Según Pérez, «no se trata de tomar tres bizcochos a la semana elaborados con azúcar moreno, porque así resultan más saludables, sino de consumirlos esporádicamente y elegir el edulcorante que más nos guste».
La sal es otro los productos cuyo consumo se debe reducir, pero, de nuevo aparece una alternativa prometedora: la sal rosa del Himalaya. «Para empezar, proviene de la segunda mayor mina de sal del mundo, en Pakistán, nada más lejos de un bucólico paraje», sentencia Pérez. Quienes la defienden dicen que es mejor que la común porque es rica en minerales, pero, una vez más, las cantidades importan. Según argumenta la autora, se deberían consumir de 50 a 600 gramos de sal rosa para ingerir los mismos minerales que aportan alimentos saludables tan comunes como las sardinas en aceite, las judías blancas o los pistachos. La investigadora también llama la atención sobre los complementos alimenticios que, más allá de tener etiquetados dudosos, pueden resultar peligrosos. De hecho, se han convertido en un clásico en la lista de riesgos alimentarios emergentes que cada año publica la EFSA. Estos productos se venden como "naturales", pero no hay que olvidar que «un medicamento siempre dará mayor seguridad que un complemento alimenticio en cuanto a su composición, dosis, resultados y efectos secundarios estudiados».
Lo importante es la dieta
«Además de tener en cuenta propiedades y precios, consumir alguno de estos 'superalimentos' no nos puede llevar a despreocuparnos del resto de productos que comemos", advierte Pérez. Según la experta en nutrición, «lo importante es asegurar una dieta sana y equilibrada, porque en una alimentación basada en cereales refinados, productos ultraazucarados y ricos en grasa de mala calidad, la incorporación de un puñado de bayas de goji o de dos cucharadas de chía no va a tener ningún efecto beneficioso». El texto finaliza con un apartado de indicaciones para descubrir bulos en alimentación. «Nadie debería pensar que va a estar malnutrido por no poder comprar este tipo de productos, porque existen opciones equivalentes y asequibles», concluye la científica del CSIC.