Hace ya unas semanas que los vemos en los hornos y pastelerías de Mallorca. En algunos puestos itinerantes y en locales vecinales huele de lejos a los fritos, los originales y más tradicionales. Los buñuelos acompasan el progreso del otoño en la Isla y la celebración se focaliza en la víspera de este jueves, 21 de octubre, día de Santa Úrsula. ¿Qué connotaciones tiene esta festividad en el calendario mallorquín y cuál es la historia de leyenda de esta mujer que vivió en las primeros tiempos del cristianismo?
Quizás no sepan que Santa Úrsula nació en las Islas Británicas, posiblemente en Cornualles, alrededor del año 350. En aquella época la Britania romana quedaba circunscrita a las tierras más al oeste por la presión de tribus germánicas paganas como los anglos, sajones, y jutos, quienes con el tiempo se asentaron por completo en Bretaña. De hecho, la relación entre los britanos romanizados originales y los paganos centroeuropeos tiene mucho que ver en la historia de Santa Úrsula, y del porqué es tan venerada en distintos puntos de Europa.
Sin embargo, su leyenda no ha podido ser contrastada por las fuentes históricas y los estudiosos dudan de que existiera el martirio por el cual ha pasado a los anales. Por ello se la eliminó del Calendario romano que marca las celebraciones que se hacen en todo el mundo católico, pero se mantuvo su culto en los lugares donde es tradicional, como Mallorca, y el Martirologio romano, la lista oficial de santos.
La historia, con poca o ninguna base histórica, dice que la tal Úrsula era una princesa de la Britania romana muy bella a la que su padre quiso casar con un mandamás pagano. Pero había un problema: nadie sabía que ella había consagrado su virginidad a Dios, por lo que su única opción era rechazar la unión conyugal.
Sin embargo, un ángel la visitó en un sueño y le aconsejó que no lo hiciera; de lo contrario moriría mucha gente. Úrsula entonces quiso ganar tiempo. Pidió un aplazamiento para la boda, por si Dios cambiaba el plan que tenía diseñado para ella o su prometido, en un arrebato de clarividencia, decidía al menos convertirse a la religión cristiana.
Ese tiempo lo utilizó para organizar un viaje de peregrinación a Roma. Se embarcó junto con un masivo cortejo de 11.000 mujeres jóvenes, todas vírgenes y, según la versión, también con su prometido. Una tormenta los llevó hasta un puerto galo, y, de allí, siguiendo el Rin, llegaron a Colonia. A pie llegaron a Basilea y después a Roma. Al verlas incluso el papa Ciriaco quiso seguirlas.
La comitiva de Úrsula volvía ya de regreso a su hogar, y al llegar a Colonia encontraron la ciudad asediada por los hunos. Hay quien dice que al verla Atila, su despiadado caudillo, quiso tomarla como esposa, a lo que ella se negó de todas las maneras posibles. Mientras tanto sus miles de vírgenes estaban siendo ejecutadas. Úrsula no cedió y recibió por castigo un enjambre de flechas en todo el cuerpo. Corría el año del Señor de 383.
Los estudios posteriores indican que el número de vírgenes acompañantes debía ser entre dos y once, nunca las once mil que constaban quizás por una mala traducción. De cualquier modo se trata de una santa muy venerada en las tierras de Tarragona, de donde llegaron muchos de los pobladores que colonizaron la tierra en Mallorca después de la conquista del Rei en Jaume.
¿Y qué pintan los buñuelos en todo esto?, se preguntarán. Quizás les sorprenda saber que, con toda probabilidad, los buñuelos fueron mucho anteriores al culto religioso a una santa británica de nacimiento que murió en Colonia a finales del siglo IV. Se trata de una receta con orígenes mediterráneos coetáneos a la Grecia clásica.
No solo eso. En los territorios que concuerdan con la actual España se consumieron durante la romanización y también durante el periodo islámico. En las Islas Baleares son hoy en día un dulce típico, asociado a las fiestas de otoño e invierno, especialmente a las Vírgenes. Además de los clásicos fritos, los rellenos de crema, trufa o nata, y los peninsulares llamados de viento, los podemos encontrar de patata o boniato, o incluso acompañados de queso mahonés o higos secos.