María Marín, una de las protagonistas del musical Hakuna Matata, a escena en la sala Mozart del Auditòrium de Palma este fin de semana, sábado y domingo, nos recibe con la mejor de sus sonrisas. No es impostada. Y eso que apenas ha dormido cinco horas. La noche anterior, en una función en Santa Margalida, se vistió de Zazú, el lenguaraz personaje al que da vida en este montaje de la compañía Max Teatro. Llegó a casa a las dos de la mañana y, sin apenas tiempo de pestañear, ha saltado de la cama para someterse a una ardua sesión de maquillaje a fin de estar resplandeciente para nuestro fotógrafo. Le acompaña Albert Serra, la mano que ‘mueve los hilos' entre bambalinas.
Hakuna Matata se asoma al espejo de la inolvidable película El rey león, un éxito sin precedentes que revolucionó la concepción de la animación del mismo modo que, tres años antes, lo había hecho La bella y la bestia, el otro gran hito de Disney en los noventa. Con todo, Albert matiza que pese a ser una versión libre que se toma alguna licencia, «intentamos ser fieles a los personajes. Hakuna Matata se centra más en los amigos del protagonista Simba y en la unión que se establece entre ellos durante la huida. No quisiera hacer más spoilers», advierte. El target del público, eso sí, no ha cambiado, «nos dirigimos al público familiar».
Un curioso nexo
Y es que tanto El rey león como Hakuna Matata comparten un curioso nexo: «Una parte de nuestro público vio hace veinticinco años la película y hoy, siendo padres, vienen al teatro con sus hijos para compartir esa magia con ellos», añade Serra.
La sabana africana es el escenario donde se desarrolla esta historia, originalmente inspirada en Hamlet, que cuenta con una coqueta puesta en escena. «Hay árboles y una gran roca central con la que vamos jugando, ya que su anverso y reverso crean diferentes ambientes». En su peripecia, el pequeño pero audaz león se enfrentará a situaciones en las que, como en todo producto surgido de la factoría Disney, abundan las dobles lecturas y ese regusto final a moraleja de la que se desprenden sólidos valores. Por lo demás, como sucedía con la película, Hakuna Matata funciona como un engranaje que combina diferentes piezas musicales con retazos de humor.
Aunque a la hora de subir el texto al escenario todo está estudiado, asegura la joven actriz que siempre hay margen para la improvisación: «A medida que haces funciones vas recibiendo imputs del público, y a veces se da lugar a la improvisación y a los chistes, sobretodo en mi personaje que es un poco más cómico». Todo ello ha de contar, naturalmenente, con la connivencia del director. Serra asiente mientras matiza que «aunque me gusta respetar el texto, suelo dar manga ancha a los actores, sobre todo en estas obras en las que la complicidad entre sus personajes se presta a la improvisación, eso enriquece la obra». Antes de despedirse, Albert anima al público a «venir a pasar un buen rato».