El dato es dramático. En Baleares hay todavía 38.649 personas pendientes de un hilo, el del ERTE, que les separa escasos metros de la cola del paro.
Un año después de que la pandemia del coronavirus trastocara nuestras vidas, uno de cada diez trabajadores de Baleares, que se dice pronto, sigue todavía afectado por un Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE). Y las restricciones impuestas por el Govern para esta Semana Santa, como el enésimo cierre de los interiores de bares y restaurantes de las Islas, tan solo dos semanas después de su apertura, no ayudarán a mejorar la situación de los trabajadores del sector servicios.
‘CAMPEONES' EN ERTE
Se trata de la cifra más alta de trabajadores suspendidos de empleo desde el pasado septiembre y son 8.000 más que en diciembre. Un aumento que se explica por el endurecimiento de las restricciones en los primeros meses del año, especialmente en el sector de la hostelería y la restauración.
Estas 38.649 personas con el empleo suspendido representan el 9,3 % del total de afiliados a la Seguridad Social, casi el doble que la media estatal (4,7 %) y Baleares es la segunda comunidad con más trabajadores en ERTE, solo por detrás de Canarias (11,6 %), otra comunidad con una fuerte dependencia del turismo.
Apunten este dato: entre estos trabajadores no figuran los fijos discontinuos que desde octubre reciben una prestación extraordinaria, y representan alrededor de 85.000. Ninguno de ellos figura como parado, pese a que no están trabajando. Así que el dato de personas en ERTE en nuestra Comunitat se dispararía hasta los 123.649 personas en ‘stand by'.
¿Necesitan conocer más datos negativos? Baleares volvió a liderar el mes pasado el incremento del paro y la destrucción de empleo respecto a un año antes, cuando aún no había irrumpido la pandemia. 84.581 personas sin empleo en febrero, un 47 % más que un año antes (27.016 personas). ¿Hasta dónde nos arrastrará la pandemia? Difícil saberlo.
Pablo Asconegui, maitre: «Nos planteamos hacer las maletas si la situación persiste durante mucho tiempo»
Pablo lleva más de un año sin trabajar y con su vida en stand by. Nacido en Uruguay, lleva 18 años residiendo en Mallorca y doce trabajando como maitre en calidad de fijo discontinuo. Como cada temporada, en marzo del año pasado esperaba la llamada para reincorporarse a su puesto de trabajo en la discoteca Tito's, pero nunca llegó. Unos días antes de la fecha habitual, el día 12, la empresa propietaria comunicó la suspensión de todo su calendario de actividades con público, coincidiendo con el aumento de casos de COVID-19 en la Comunitat y con el runrún del confinamiento estricto que Pedro Sánchez anunciaría un par de días después. Y hasta hoy. Más de 365 días ‘en negro'.
Es muy sincero cuando nos sentamos a charlar. Estos doce meses le han pasado factura a nivel psicológico y personal. «Ha sido un año muy duro. Soy una persona muy activa. Llevo cuesta arriba, como todos, imagino, no poder trabajar y ver limitada mi vida social y las salidas deportivas. Te afecta en todas las facetas de tu vida. Y aún así debo estar agradecido de contar con la nómina del ERTE, conozco gente que no tiene ni eso. Pienso en compañeros eventuales, autónomos... es un drama», apuntilla Asconegui.
Lleva un año cobrando la mitad del sueldo, y su mujer, también fija discontinua, y empleada en un establecimiento hotelero, el año pasado solo trabajó un mes. Imagínen la situación económica a la que se están enfrentando esta y tantas familias de la Isla.
«Nuestra calidad de vida está por lo suelos. Uno tiene un sueldo fijo y, de repente, la pandemia lo cambia todo. Como todos, tienes un alquiler, la letra del coche, dos hijos... nos hemos visto obligados a aplazar pagos y ajustarnos el cinturón. El dinero que entra en casa da para lo que da. Y el problema es que no sabemos cuándo volveremos a la ‘normalidad'. Nos estamos acostumbrando a no hacer planes. No sabemos si esta temporada volveremos a trabajar, la empresa quiere hacerlo, pero las restricciones no ayudan. Y solo de mi empresa pueden depender unas 1.000 familias, directa o indirectamente», señala este trabajador, que confiesa que «ya nos hemos planteado hacer las maletas si la situación persiste mucho tiempo. No quiero ni pensar en otra temporada igual».
Gabriela Arroyo, cocinera: «Tener un puesto fijo con la pandemia de por medio es papel mojado»
Cualquiera que conoce a Gabriela Arroyo, Gabi para los amigos, sabe que no es la misma de siempre. La pandemia y las restricciones la han dejado en un ERTE que se ha extendido ya durante 375 días, y los que quedan por venir. Su estado de ánimo se ha resentido y confiesa que está superando una pequeña depresión. «Llevo toda la vida trabajando. No me quejo de haber parado un tiempo, pero el ERTE se está alargando demasiado. Si a esto le sumas el miedo al contagio, a la pandemia y la incertidumbre de si voy a volver trabajar... es que esta situación no la aguanta nadie», lamenta Gabi.
En este sentido, teme que tener un puesto fijo sea papel mojado en tiempos de pandemia. Hoy tienes trabajo y mañana puede que no», dice esta cocinera de 31 años, que lleva varios años tras los fogones del comedor de la sede de una conocida empresa hotelera mallorquina. «Ahora los trabajadores de las oficinas teletrabajan, así que las cocineras y camareras que estamos en cocina no hacemos falta. ¿Hasta cuándo? No lo sé. Y esa sensación de no saber es lo que me mata. Y ya son muchos meses así. Y sin visos de terminar».
Gabi puede respirar tranquila porque su situación es más desahogada que la de mucha gente. En casa sigue entrando regularmente el sueldo de su pareja, conductor de autobuses, que tuvo la suerte de estar tan solo un mes parado. «Desde que estoy en ERTE ganó unos 300 euros mensuales menos, ya sé que no es una gran pérdida salarial, pero con eso pagas la luz y la electricidad de cada mes», explica esta joven, que está aprendiendo de nuevo a cocinar para tres, y no para centenares de personas.
Xim Pinto, transportista: «No sé si esta temporada habrá trabajo para todos en mi empresa»
El 2020 ha sido malo y, al menos durante estos primeros meses, 2021 no se antoja mejor. Pero hay gente que intenta poner al mal tiempo buena cara, y un vivo ejemplo de ello es Xim Pinto, que en estos momentos espera la llamada de su empresa para reincorporarse a su puesto tras varios meses en el paro. «Van llamando por orden de antigüedad, así que espero que me toque pronto. Pero lo que me preocupa, viendo las restricciones actuales, es que esta temporada no haya suficiente trabajo para todos, y a alguno de mis compañeros le toque quedarse en casa otra vez», lamenta.
Lleva casi dos décadas trabajando como conductor VTC porque le gusta charlar, conocer gente nueva y odia estar encerrado entre cuatro paredes. «Y en un coche al menos estás en movimiento», replica Pinto. Sin duda, el puesto perfecto para él.
«Hacemos traslados del aeropuerto a hoteles y viceversa, nos contratan para hacer excursiones, para que les lleven a restaurantes... la verdad es que es un empleo muy agradecido. Los turistas te piden consejo para saber dónde ir, siempre conoces sitios nuevos de la Isla. Nunca te aburres al volante».
Tiene un contrato como fijo discontinuo, por lo que normalmente trabaja de febrero a noviembre, y luego, a las filas del paro. El año pasado fue diferente, pero se siente afortunado porque no tiene una hipoteca al cuello que le ahogue. Tuvo un primer ERTE que se extendió durante mes y medio; volvió a conducir y de nuevo al ERTE, hasta que se reincorporó una vez más al trabajo entre julio y noviembre.
«Intento ser optimista, pero la situación que vivimos es tan mala que, a veces, cuesta mucho sacar la parte positiva de todo esto», confiesa.
Pako Bautista, DJ profesional: «Hay compañeros eventuales o autónomos que lo están pasando realmente mal»
Pako Bautista asegura que se siente como pez fuera del agua cuando está fuera de la cabina de música. Dj profesional desde hace varias décadas, lleva diez años como residente de la discoteca Tito's, en Palma, que cerró sus puertas en marzo del año pasado, y todavía no ha vuelto a abrirlas. Desde entonces, solo pincha música en su casa y en su cabeza, que siempre está llena de melodías, ritmos y contrastes. Acumula más de 365 días sin hacer lo que más le gusta y se le está haciendo cuesta arriba la situación que vivimos con la pandemia y la incertidumbre a la que estamos atados.
«Mentiría si dijera que estoy bien. Llevo trece meses sin trabajar y me falta ‘algo'. Siempre he dicho que soy un privilegiado: trabajo en lo que me gusta: amo la música y vivo de ella. Por eso, ahora me falta esa dopamina que siento cuando veo la pista de baile llena y con gente bailando y disfrutando de una sesión. No hay nada igual», recuerda Pako, madrileño de nacimiento, que llegó a Mallorca para visitar a su hermana y ya no se marchó más.
«Baleares siempre ha sido un paraíso para trabajar y vivir de la música, nunca pensamos en encontrarnos una situación similar. Los DJS llevamos un año sin un lugar en el que pinchar. Es dramático. Y no puedo quejarme, porque tengo una nómina, que ha adelgazado mucho por depender del SEPE, pero puedo vivir. Tengo compañeros de profesión que lo están pasando realmente mal. Hablo de los que se dedican a pinchar de forma eventual o trabajan como autónomos. Esos están solos, y tiene que pagar hipotecas o alquileres, comer, vivir... ¿qué pasa con ellos?», se pregunta Bautista, que habla de este año como si fuese el proceso de un duelo.
«Primero tiendes a la incredulidad, luego a la depresión, la ira y la aceptación. Pues este año de ERTE ha sido algo similar. Mira, en verano, cuando parecía que todo volvía a la normalidad, me asocié con un empresario para pinchar en un bar de copas. Fue un éxito. Luego llegaron las restricciones horarias y tuvimos que echar el cierre. Y a volver a esperar».
Ahora, contando los días hasta que el ocio nocturno deje de estar prohibido, trabaja en su propia música. La creatividad como válvula de escape.