Se abren las barreras azabache de una vivienda firmada por el arquitecto Pere Rabassa y aparece Juan Miquel, con la tez bronceada y la sonrisa en la mirada, por encima de la mascarilla. El médico militar en excedencia, que ahora ejercita la Medicina del Trabajo, vive en una urbanización con encanto especial.
La casa vecina perteneció a sus abuelos, una casa de veraneo hasta donde llegaba el tranvía de Ciutat. En el solar anexo a la antigua casa, Juan Miquel Mateu quiso construir una vivienda moderna bien integrada en el entorno cuyo lenguaje contemporáneo contrastara con las casas unifamiliares que aún conserva la zona, sin provocar añoranza.
A pesar de que se han hecho dislates, se han derribado joyas arquitectónicas para construir edificios con fachadas en pantones absurdos y planos infames, esta edificación tiene el sello de quién firmó los planos. Subimos al ático y nada perturba la mirada cuando divisamos la bahía y unos islotes que parecen alinearse con la extensa terraza. Amplios ventanales la incorporan visualmente como una estancia más de la casa.
El salón es diáfano y mira al mar. El comedor se deja seducir por la sierra de Na Burguesa, a vista de gran angular, en el lateral de la estancia. Juan Miquel visita con frecuencia la casa vecina, una vivienda como la que habitó hasta hace poco. Le gustaba sentarse frente a la chimenea y rodearse de muebles heredados como canteranos, sillas isabelinas, escritorios de caoba, etc… La nueva vivienda ofrece otro tipo de vida.
«Tener como constructor a Jaime Bibiloni y a Rabassa como arquitecto ha sido un lujo. Les estoy muy agradecido». Si de la iluminación de la casa se encargó Gabriela Vidal, fue la artista y decoradora Doris Duschelbauer quién se encargó del diseño interior. La mañana en que visitamos a Miquel le acompañaba Doris. «El lema era Mediterráneo y sosiego –señala Doris– por eso me decanté por colores neutros y materiales naturales como lino, yute, mimbre y madera, a poder ser reciclada». Doris diseñaba estancias y coincidía con la idea de Miquel. El sofá Landscape, en blanco, y chaise longue color arena, lo firma Piero Lissoni y descansa sobre una alfombra de yute de cuatro metros y ante una mesa de madera reciclada. «El sofá es una pieza extravagante, de lino, y en dos tonos». La lámpara trípode de pie se impone sobre los colores relajantes con personalidad y elegancia.
El comedor, presidido por la obra de Doris Bañado por la luz del sol, acoge mesa de madera reciclada de Eezy y sillas de diseño en madera y enea. El blanco, gris y beige se extienden hasta las habitaciones con cama de Treca Paris. Del ático subimos a la terraza superior con piscina. Allí los colores neutros y las evidentes formas arquitectónicas compiten con el paisaje. «Quería vivir en espacios diáfanos, con pocos enseres, máximo confort y estancias donde disfrutar de no hacer nada», señala Juan Miquel.
Cuando regresó de Afganistán, se propuso disfrutar la vida. Es alguien que se ha entregado a la disciplina y la rectitud. El horizonte está tras las isletas que otea desde el sofá.