Dice que tiene las manos ‘rústicas', ásperas, un poco raspadas. No le molesta. Es el resultado de trabajar durante 30 años como cordador, un trabajo al que se dedica al cien por cien, tanto en creaciones nuevas, como en arreglos de sillas o cursos (cuenta con cinco grupos). Es Pep Toni Ferrer, un artesano muy habilidoso con las manos y con una paciencia que ha cultivado durante décadas. «La impaciencia y la perfección no van con este oficio. Cuando doy un curso les digo que lo importante es no decir nunca no. Acuden personas jóvenes y mayores, muchas lo han visto hacer a sus abuelos», afirma.
Durante el año arranca entre 300 o 400 kilos de palmas de palmito (con los que se harán las llatres), siempre a mediados de julio y siempre antes de que se abran las palmas. Después, las pone a secar durante 20 o 30 días y se guardan unidas en pequeños fardos. Cuando ya se tiene pensado utilizarlas para trabajar, las introduce en el ensofrador, donde quedan más blancas y más moldeables. Una vez ensofrades, ya se puede empezar.
Tradición familiar
Su abuelo era payés. Aunque no le dio tiempo a enseñarle a cordar, decidió dedicarse a ello de forma autodidacta. «Mi abuelo hacía senalles para el trabajo del campo. Con 20 años se me despertó el gusanillo. Este oficio se aprecia cada vez más, pero rentable no es. La gente está más concienciada con los productos artesanales, naturales. Yo he tenido que salir un poco de lo tradicional. Además de cordar sillas, creo lámparas (con punt foradat, esparto, tiras de llatra o combinaciones distintas con diversas técnicas). Está gustando mucho, pero no puedo cobrar lo que vale. Tenemos que cobrar sin abusar y hay que encontrar a gente que lo aprecie», señala.
Arreglar las sillas es lo más demandado, «hay gente interesada en recuperar lo antiguo, es un complemento de la restauración». En su estudio hay una decena de lámparas creadas por Pep Toni colgadas de una cuerda atada a dos vigas. Sobre una mesa, lámparas de mesa con pies de cerámica, abanicos, cubrebotellas, posavasos, bolsos pequeños, cestos o pendientes. Un poco más arriba, tiras de llatra para después coserlas y comenzar a crear. «Hay muchos cordadores en Mallorca, pero que se dediquen plenamente, solo un par. En los años 50 o 60 se trabajaba aquí mucho el palmito y se exportaba por todo el mundo. Luego, llegaron otros materiales y todo cambió». A modo de ejemplo, tarda tres o cuatro días en confeccionar una senalla pequeña (de una llatra). Se cose en espiral.