El pasado 19 de mayo, el Real Aeroclub de Baleares cumplió 85 años. Varios miembros de la junta directiva llevaban desde principios de año trabajando y planeando la celebración de un gran evento que conmemorara este aniversario, pero las circunstancias sanitarias y sociales no lo van a permitir.
El Real Aeroclub de Baleares se fundó en 1934, en una época donde existía una marcada diferencia entre las clases sociales, siendo precisamente sus fundadores un colectivo muy elitista, heredero del conglomerado surgido de la unión de nobles y gente adinerada de la Isla. Como ejemplo, su primer presidente y fundador fue el marqués Alfonso de Zayas y Bobadilla, con el apoyo del capitán general de Baleares, Manuel Goded.
Fiesta fundacional
El 19 de mayo de 1935 se celebró la fiesta fundacional con la bendición del hangar y de la primera avioneta, una Avro Avian cedida por Pérez Esteve. Asistió la alta sociedad palmesana y como madrina actuó Miss Baleares de 1935, Angelita Soler Marimón.
Antes del estallido de la Guerra Civil, el presidente marqués de Zayas trajo de Francia un libro y los planos para la construcción de un pequeño y económico avioncillo llamado Pou du Ciel, la ‘pulga del cielo' que, fabricado por un francés, estaba teniendo mucho éxito en los aeroclubes del país vecino. Gracias a la colaboración de un grupo de socios entusiastas, consiguieron llevar a cabo su construcción, pero en las pruebas iniciales de vuelo, en una desafortunada toma, quedó tan dañado que no se pudo reparar y el comienzo de la Guerra Civil acabó definitivamente con el proyecto.
Reconocimientos
Llega la Guerra Civil y la avioneta de Federico Pérez Esteve, una De Havilland Moth Minor con motor Gypsy 100, es utilizada para hacer reconocimientos aéreos en la Isla, hasta que en un bombardeo en Son Bonet queda destruida. Para evitar un destino similar, la otra avioneta cedida al aeroclub, una Avro Avian con motor Cirrus 85 (que su propietario, Juan Crespí Fornaris, había traído en vuelo desde Madrid el 29 de junio anterior) fue trasladada a una pista privada de la zona de ses Salines. Este mismo piloto, a finales de julio, enterado que había un submarino republicano por la zona de Cabrera, despegó con la intención de bombardearlo con bombas artesanales, pero en una de estas incursiones le estaba esperando uno de los Savoia Marchetti, que lo alcanzó. Aunque pudo regresar, quedó muy maltrecho y el avión, finalmente, resultó destruido.
Durante la II Guerra Mundial, entre el embargo de combustible y los problemas para conseguir material de vuelo, la actividad fue mínima. En los 50, el aeroclub seguía militarizado, como todo el servicio aéreo, y su presidente era el jefe del aeropuerto, Amaro Gomez-Pablo Duarte.
Actividad social
La actividad social del aeroclub se centraba principalmente en los vuelos, pero también había un grupo numeroso de socios que practicaban el tiro al pichón (deporte de la élite de la época). Frente a las oficinas del club se construyó un gran campo de tiro de forma circular para su práctica. En las tardes de verano se reunía allí una gran cantidad de público para, sentados como si estuvieran en un teatro, asistir y aplaudir a los tiradores. Según se comenta, al ser la Posguerra época de carestía, muchos de los pichones abatidos acababan en los pucheros de los vecinos de la zona sirviendo de cena.
El vestíbulo de las oficinas del aeroclub era una gran sala, y los domingos se celebraba una misa oficiada por un sacerdote castrense, que se desplazaba con un altar portátil de los que se usaban durante la guerra para misas de campaña, siendo la asistencia numerosa.
Declive
Llegamos a la década de los sesenta, donde sobrevino la decadencia para el aeroclub, motivada porque a mediados de los 60, al hilo del boom turístico, se quisieron convertir las instalaciones del aeroclub en una empresa dedicada a la hostelería. Tras fuertes inversiones, lamentablemente el proyecto no fructificó, siendo imposible la recuperación de lo invertido, suponiendo varios años de dificultades económicas.
Y, tras varias décadas de recuperación del antiguo esplendor, en las que se participa en diferentes vueltas aéreas y en las que la actividad pasa por momentos difíciles, se llega hasta nuestros días, donde los 72 socios con los que cuenta el aeroclub en la actualidad, que pagan una cuota trimestral de 66 euros, disfrutan de un aeroclub plenamente operativo, saneado económicamente y convertido en un referente en cuanto a formación de pilotos.