Este pasado jueves por la mañana conocimos a Francisco Sastre. Había ido a echar una mano a los del comedor social Tardor, «en pago –nos dijo– de que aquí puedo comer sin que me cueste nada y, encima, el trato que recibo es bueno. Entonces, teniendo todo el día para mí, ¿por qué no colaborar con quienes me están ayudando?». No es muy alto y sí bastante delgado. Nos contó que había nacido en Son Ferriol y que ahora vive en un coche, habiendo sido antes empresario, dueño de una panadería-pastelería, en Porreres. Pero todo lo perdió por una serie de circunstancias, sobre todo personales, y porque también sufrió un accidente; concretamente, un atropello que le tuvo 34 meses en silla de ruedas, lo cual le impidió volver a trabajar.
¿Que qué otras circunstancias son las que le han llevado a la indigencia…? Son familiares, nos dice, pero que no quiere contar. «Pero por ellas –asegura–, me he quedado sin casa, sin dinero... Sin nada. Bueno, sí, me queda el retiro, 750 euros, pero no es suficiente. Porque una habitación te cuesta 400 euros y, además, has dejar una fianza. No puedo llegar. Luego, con lo que me queda, he de comer y comprarme ropa….»
Le deben dinero
«¿Sabe una cosa?», añade. Que hay gente que me debe dinero, pero no me puede pagar porque, con lo de la crisis, también se han quedado sin apenas nada. ¿La familia…? Ya le he dicho, mejor no hablar de ella… Me refiero a mi familia directa… Porque lo que es la otra… Esta pasada Nochevieja, un sobrino mío me dijo que fuera a cenar con ellos y que me quedara a dormir en su casa. Cuando llegué, mi cuñado, su padre, no me dejó entrar, por lo que me tuve que ir a mi coche, como cualquier noche».
Caminando, nos acercamos hasta donde tiene aparcado el pequeño vehículo, un Aixan, que no precisa carné de conducir. Llegamos al lugar, que es un calle en plena La Soledat. «Lo tengo aquí porque no me queda otro remedio, ya que no tengo dinero para ponerle gasolina. Que si pudiera, en vez de aquí, aparcaría cerca de Son Llàtzer».
«Uno se acostumbra a todo»
Francisco, tras abrir el coche, levanta el capó del maletero, del que saca dos o tres bolsas; seguramente, conteniendo todo lo que tiene, que deposita sobre el asiento delantero. Y para que veamos cómo duerme, se mete como puede y se estira, no del todo, pues la pequeñez del habitáculo se lo impide. «Aquí, y así, duermo, noche tras noche. ¿Frío…? Me tapo, aunque tampoco soy muy friolero. Uno termina por acostumbrarse a todo».
Nos llama la atención que Francisco haya sacado a colación que si los políticos, tal, que si los políticos, cual, que si ellos viven como reyes mientras nosotros no tenemos nada… Vamos, que no se queja del abandono al que relegan los políticos a los sintecho, a los sin nada, como él, dándoles un mísero sueldo y mandándolos, si hay plaza, a albergues. «Yo he estado en el que hay por donde el Pryca de General Riera, y allí no se puede estar. Por eso, prefiero vivir en mi coche y durante el día ir de un sitio a otro, sin hacer nada… ¡Que qué más quisiera que poder hacer algo…! Bueno, sí, iré las veces que pueda a ayudar a Tardor».
Por más que le hemos insistido en que nos cuente lo que pasó con su familia, él se cierra en banda. «De ese tema no quiero hablar. Lo único que puedo decir es que ellos están mejor que yo». Por último, añade, «que nadie piense que si estoy como estoy es porque he sido un drogadicto, o un alcohólico, o un jugador, o un despilfarrador… Que nada de eso he sido. Hasta que tuve el accidente, trabajé, pero es que a veces ocurren cosas que le dejan a uno como a mí, sin nada. Pero ¡qué le vamos a hacer!».