Carme Salleras Campo es exfutbolista profesional. Antes de dejar definitivamente el fútbol, jugó en la selección balear; en el Sporting Ciutat de Palma, de Segunda División, y en el Atlético de Madrid. «Lo dejé porque tenía otras prioridades», afirma. Ahora juega por afición en el equipo costarricense Morpho, de Segunda División, país al que llegó en marzo por otras circunstancias. Es publicista, pero estudió Educación Social «porque me di cuenta de que quería trabajar con personas».
Como resultado del trabajo de fin de carrera surgió el proyecto EFC (Ellas Fútbol Club), en el asentamiento informal de La Carpio, al oeste de San José, en Costa Rica, la semilla de una propuesta mucho mayor, la Fundación GOLEES.
En La Carpio (con una población de 55.000 personas, de las cuales solo están censadas 22.000) ha estado cuatro meses situando el fútbol en el centro de un objetivo con la mujer y sus circunstancias como protagonistas. «La base es el fútbol, pero lo que persigo es trabajar con las mujeres su cotidaneidad de cara a una mayor equidad de género. Este proyecto lo propuse a la Fundación Sifais, donde hacía las prácticas, y me apoyaron. El fútbol es la excusa para trabajar con ellas, todas en una situación de exclusión social».
70 niñas y mujeres se sumaron a esta idea y Carme no lo tuvo muy fácil. «Hay que partir de la base de que viven en una sociedad muy machista, tienen hijos muy pronto, muchas familias son migrantes y viven en una extrema pobreza». Género, Orgullo, Libertad y Empoderamiento de Ellas en la sociedad son las siglas del nombre de la fundación. «Su día a día es una lucha constante para salir adelante con sus hijos. Existe una gran vulnerabilidad en violencia de género y todo lo que ello conlleva...».
En cuatro meses, las mujeres de La Carpio se pusieron las botas, algo que Carme espera que sigan haciendo una vez que hagan suyo el proyecto y ella lo ponga en marcha en otras comunidades. «Comenzábamos con un entrenamiento de una hora y continuábamos con una sesión, lo más importante. Allí hablábamos y creamos un espacio donde se les facilitaban las herramientas para mejorar su autoestima, su situación… Compartimos temas, se expusieron situaciones, problemas, había una comunicación. Se ha conseguido sustituir golpes por abrazos. Cuando entran en la cancha no son prostitutas, ni drogadictas, son un equipo».
Situar al fútbol como centro de un programa social no ha sido sencillo. «Hubo mujeres a los que no les dejaron acudir. A Lupita, por ejemplo, su hijo no le dejó el primer día porque tenía que hacerle la cena. El segundo, Lupita la dejó preparada y el tercero le dijo que se la hiciera él. A los hombres no les hacía gracia al principio, pero ahora les interesa y quieren ser partícipes. Quiero hacer talleres mixtos». Carme regresará a Costa Rica el 8 de agosto para continuar su proyecto, algo para lo que necesita fondos (fundaciongolees@gmail.com). Para cambiar siempre se necesita ayuda.