A Sara Johansson le gusta más estar en el cielo que en el suelo. Es piloto de aviación en la compañía de vuelos privados Indistryfly, y tiene su base en Palma. Sara trata de inspirar a los jóvenes para que trabajen en la industia aérea, que para ella es apasionante: de hecho, tiene más de 30.000 seguidores en Instagram, la red social en la que transmite sus sensaciones como profesional del vuelo. «Es genial, ahora voy a volar con un Falcon 7X, que es un jet privado de larga distancia y de última generación», nos comenta.
Su historia es curiosa. En lo último en lo que pensaba era en convertirse en piloto, porque le aterraba volar.
Sara nació hace 33 años en Borås, en Suecia. Iba para peluquera. En el tercer vuelo de su vida, cuando tenía 16 años, «me permitieron sentarme en la cabina. Y eso fue todo. No dejé que mis temores me impidieran hacer lo que yo quería. Y allí me sentí tan segura, que cambió mi actitud».
La invitaron a hacerse piloto. No había tenido ninguna preparación, «pero pasé por un día completo de exámenes: matemáticas, física, coeficiente de inteligencia... todo ese tipo de cosas. El problema era que no tenía suficiente dinero. Fui a Noruega y trabajé en turnos dobles en un aeropuerto para pagarme el curso y obtener mi licencia. Un año después comenzó las prácticas. Tenía 29 años».
Desde entonces no ha dejado de volar. El aparato más grande que ha pilotado es un Boeing 737 de la compañía de Bruce Dickinson, el cantante de Iron Maiden. Su trabajo más exótico ha sido trabajar para una compañía con base en Djibouti, «especialmente por ser una europea alta y rubia», se ríe Sara.