Juan Pablo II hizo una fuerte defensa de la familia como depositaria de los valores cristianos durante una recepción, ayer en Vaticano, a un grupo de prelados brasileños, encabezados por el arzobispo de Belo Horizonte, cardenal Serafim Fernandes de Araújo. La posición de la Iglesia sobre la familia y aspectos como el aborto y el divorcio ha sido ya repetidamente manifestada por el Pontífice, aunque ayer volvió a plantearla al aprovechar el análisis que hizo de la situación en Brasil.
Así, se mostró preocupado por la «falta de valores morales que abre la puerta a las infidelidades y a la disolución del matrimonio» y lamentó «las leyes civiles que favorecen el divorcio y amenazan la vida intentando introducir el aborto». En esta línea, criticó las campañas de control de la natalidad que «en lugar de invitar a una procreación responsable a través de los ritmos naturales de fertilidad, llevan a la esterilización de miles de mujeres y propagan el uso de anticonceptivos».
Recordó su Carta a las Familias de 1994 cuando dijo que esa institución «se halla en el centro del gran combate entre el bien y el mal, entre el amor y lo que a éste se opone». Entendida como «célula originaria de las sociedades», la familia constituye para Juan Pablo II el primer ámbito natural de madurez del individuo y de formación de los valores cristianos de honestidad, trabajo, hospitalidad y solidaridad.
«Hoy (la familia) necesita un apoyo particular para resistir las amenazas de disgregación de la cultura individualista», quien se dirigió directamente a los obispos brasileños presentes para reconocer su esfuerzo en ese ámbito. Frente a ello «no faltan intentos, en la opinión pública y en la legislación civil, para equiparar la familia a las meras uniones de hecho o para reconocer como tal la unión de personas del mismo sexo».