Juan Pablo II dio ya ayer señales de cansancio durante la consagración del santuario de la Misericordia Divina, un agotamiento normal visto la larga duración de la ceremonia, en la que intervino activamente. Aunque cansado, pero con la voz fuerte, el Papa improvisó sus palabras ante los varios miles de fieles presentes.
Recordó que cuando trabajaba como obrero en la fábrica de sosa cáustica «Solvay», cercana a ese santuario, calzaba zuecos (zapatos de madera) y que con ellos entraba en el templo para rezar.
Consciente de cómo cambió su vida, el anciano Pontífice se sinceró con sus compatriotas y les dijo que nunca pensaba que pudiera ocurrir que aquel joven que calzaba zuecos pudiera un día consagrar el santuario, como así ocurrió hoy.
El Papa se entrevistó con el presidente polaco, Aleksander Kwasniewski, con quien analizó las consecuencias de los atentados del 11 de septiembre en el mundo y abogó por un cambio en el pensamiento del hombre para que se imponga la paz. El gobernante polaco le informó también del estado de las negociaciones para la entrada de Polonia en la UE y de la situación del país, cuya economía no marcha lo rápida que se esperaba.