Entre un 10 y un 15 por ciento de los pacientes que sufren anorexia o bulimia podrían haber sido víctimas de abusos sexuales durante su infancia, según afirmó ayer en el Senado la presidenta del Centro de Asistencia de Víctimas de Agresiones Sexuales (CAVAS) de Cantabria, Montserrat Peña, durante su comparecencia ante la Ponencia sobre los condicionamientos extrasanitarios de estos trastornos de la alimentación. CAVAS lleva dos años trabajando con el hospital de Valdecilla en Cantabria, que desarrolla un programa específico de anorexia y bulimia, y deriva a este Centro a los pacientes a los que se les ha descubierto que parte de ese trastorno se debe a una agresión sexual sufrida cuando eran jóvenes, normalmente en la infancia. Las cifras adelantadas corresponden a las estadísticas realizadas por CAVAS en Cantabria en relación a los 20 casos que han tratado en estos dos años, aunque Peña señaló que puede haber cierta comparación con el resto de España, según los estudios que han analizado. Igualmente, explicó que normalmente los abusos se producen dentro del entorno familiar, con un inicio de cinco o seis años, mientras que el trastorno alimenticio aflora en la adolescencia.
Asimismo, destacó que los pacientes de este tipo sufren una anorexia diferente a la denominada «estética» -que se deriva de la vivencia del cuerpo-. «Se trata de una anorexia emocional porque el trastorno no se desarrolla por la vivencia que la paciente tiene del cuerpo sino por distintos factores de riesgo. La víctima de la agresión genera aversión hacia el propio cuerpo y estados de indefensión», comentó. También sufren anorexia emocional adolescentes víctimas o testigos de malos tratos. Por tanto, según relató, el paciente tiene otro perfil al que se atribuye normalmente a las anoréxicas -perfeccionistas y muy inteligentes-, son chicas que juegan en la familia un papel de controladoras y estabilizadoras, dentro de estructuras familiares determinadas y con poca comunicación.