El pueblo de Binissalem vivió ayer uno de los eventos más esperados y festivos de sus fiestas del Vermar: el tradicional desfile de carrozas, una celebración con claras referencias a la vendimia y al vino, símbolos indiscutibles de la localidad. Aunque este año el número de carrozas fue algo menor con un total de 71 participantes, la energía y entusiasmo de los vecinos y visitantes no disminuyeron en absoluto.
Y eso que una hora antes de salir, un diluvio amenazó con la cancelación del evento. Finalmente, sobre las 18 horas, una hora más tarde de lo planeado, la lluvia dio tregua y salió el sol. Desde el polígono hasta la plaza de l’Església, el recorrido habitual, las carrozas avanzaban con la ambientación musical de los xeremiers, adornadas con todo tipo de elementos que celebraban la esencia de la festividad.
La creatividad de los participantes volvió a ser un espectáculo digno de admirar, con vehículos transformados en bodegas rodantes, racimos de uvas gigantes y escenas que recreaban la vendimia en todo su esplendor. Este año, al igual que en los últimos tiempos, se respetaron de manera estricta las normas de seguridad, impuestas de que algunas carrozas debían estar equipadas con una barandilla.