La 50ª edición de la emblemática marcha del Güell a Lluc de la madrugada del sábado al domingo ha quedado marcada por la proeza de un joven corredor, José Arias, de tan solo 24 años, que fue el primero en ‘cruzar la meta', llegando al santuario de Lluc en un tiempo impresionante de cuatro horas y veinte minutos. Con una sonrisa que delataba su satisfacción, el joven explicó que su participación en esta marcha era parte de su preparación para el exigente Camí de Cavalls, una carrera de larga distancia en Menorca que tiene programada para el próximo año. «Me lo he tomado como un entreno», destacó con sencillez.
A pesar de considerar la carrera «fácil», su rostro mostraba la satisfacción del triunfo y la determinación de quien ha alcanzado una meta significativa. No obstante, la nocturnidad del recorrido no pasó desapercibido para él. «Estoy muy cansado y con ganas de llegar a casa», confesó con una sonrisa agotada pero victoriosa. Y es que Arias llevaba des de las 3.35 horas de la madrugada en Lluc.
A medida que el reloj avanzaba, el Monasterio iba recibiendo un flujo constante de peregrinos.
Cada uno de ellos llagaba ahí por distintos motivos, pero todos compartían la misma expresión de gratitud y logro al alcanzar su objetivo. A partir de las 6:30 de la mañana, el silencio del monasterio fue definitivamente interrumpido por los aplausos y los murmullos de los ya muchos participantes que cruzaban la meta, celebrando su propia victoria personal.
Eso sí, sin lugar a dudas, el premio a la superación se lo llevaron un grupo de personas con distintas enfermedades —entre ellos, tres con movilidad reducida que subieron en silla de ruedas— que fueron guiados por un grupo de voluntarios de la Hospitalidad de Nuestra Señora de Lourdes Mallorca. El grupo sumaba unas 70 personas, de las cuales unos 40 eran voluntarios. «La importancia no recae en quien ayuda, sino en quien se deja ayudar», destacó el presidente de la Hospitalidad, Rafel Barceló. La gesta dejó una imagen sin precedentes de entre cuatro y cinco voluntarios que tiraron de las cuerdas de cada silla para conseguir el objetivo.
Mientras tanto, el punto anecdótico fue para un joven, Daniel Daudén, que hizo la travesía en chanclas, a pesar de que la recomendación es la de llevar calzado técnico e incluso untarse en vaselina para evitar rozaduras y yagas. Aún así, ya lo dicen que ‘quien es buen bailarín, baila sin guitarrín'. La organización, en un gesto de reconocimiento, fue entregando como ya es tradición a cada caminante un diploma acreditativo de su logro, inmortalizando su esfuerzo y dedicación. Después, los caminaires descansaron en la plaza y por los alrededores del santuario, la mayoría de ellos, con los pies dentro de la fuente.
Después de un merecido descanso, les esperaban distintos fisioterapeutas y una buena merienda. Y es que con este recibimiento, los 47 km de marcha que separan Palma de Lluc, se convierten en un esfuerzo que merece la pena. Además, esta edición ha contado con un cambio de recorrido, ya que por primera vez se ha transitado por el Camí Vell de Lluc. Un hecho que ha agradado a los participantes: «El camino es más bonito y más frescó», destacó Juan Amengual al llegar. Tras llegar el último de los marxaires, y ya casi llegado el medio día, se procedió a celebrar la misa presidida por el obispo de Mallorca, Sebastià Taltavull.
Esta edición de la Marcha del Güell no solo es especial por alcanzar su 50 aniversario, sino también por el impresionante número de participantes. Cerca de 8.000 personas, entre inscritos y personas que se unen por su cuenta, participaron de esta celebración de perseverancia y comunidad. «Cada vez hay más gente que participa y este año nos hemos desbordado», celebró Xisco Bauza, organizador de la marcha. Bauza también ha destacó que, debido a la alta participación, incluso se agotaron distintas tallas de las camisetas conmemorativas, un pequeño inconveniente que subraya el éxito rotundo de esta edición.