Desde hace dos semanas, Tomeu Prohens Jaume visita cada mañana el Casal de Can Pere Ignasi para poder explicar personalmente a todos los visitantes cada detalle de la exposición que desde el Ayuntamiento han montando con las bicicletas restauradas de este campaner que ha vivido por y para ellas. Con la emoción de quién hace las cosas con pasión, don Tomenu nos explica que «cuando tenía dos años, mi padre puso el Café Ciclista, un lugar que hacía a la par de cafetería y taller de bicicletas. Aquí empece a familiarizarme con este vehículo y nunca más me he alejado de él». Una pasión que, como explica, le ha acompañado toda su vida y que ahora, a sus 89 años, cuenta a todo aquel que visite la exposición.
Un total de 9 bicicletas hacen un recorrido por la historia de Tomeu y también del pueblo. La bicicleta de su abuelo es la más antigua de la muestra con 120 años de antigüedad aunque todas tienen algo especial que las hace únicas. La primera y la que inicia este recorrido es su primera bicicleta; «mi primera bici me la regalaron cuando apenas tenía cinco años. Después se la pasé a mi hijo y la restauré para que mi bisnieto también pudiera disfrutarla».
Además de su historia, las bicicletas son también historia del pueblo. «Las mujeres también tenían bicicletas. Las usaban para ir a coger alcaparras, un alimento que trajo mucho dinero al municipio». Las ruedas de las bicicletas femeninas contaban con hilos de tela en las ruedas para no se enganchasen el vestido en la correa, detalles que Tomeu ha mantenido intactos en cada una de las bicicletas restauradas para mantener su esencia. Otro pequeño tesoro escondido que podemos encontrar en esta muestra es un faro que funciona con carburo y cuenta con una pequeña suspensión «para que cuando encontrabas un altibajo en la carretera la luz siempre siguiera recta», explica. Desde que se jubiló con 63 años Tomeu Prohens no ha parado de trabajar en la que ha sido y es su vida y lo ha hecho restaurando bicicletas de toda la isla. «Mucha gente me llamaba para que le restaurara su bicicleta. He dedicado muchas horas y mucho tiempo a ello pero no lo cambiaría por nada». De hecho, si de alguna cosa se arrepiente es de haber dejado el Café Ciclista de su familia en 1955. «Tuve que dejarlo porqué mi padre murió y no podía trabajar en el bar que monté y en el taller. Era demasiado. Aunque no son pocas las veces que pienso que tendría que haber sido al revés». En esta exposición también podremos encontrar diferentes piezas de este vehículo o matrículas de las bicicletas de antaño junto a otras reliquias. Bicicletas del siglo XX restauradas con entusiasmo y sabiduría que han conquistado al público, y es que la exposición ha sido de las más visitadas por lo que el ayuntamiento ha decidió alargarla hasta el próximo 28 de febrero.
Un legado con mucho valor
Aunque el precio de estos vehículos de dos ruedas restaurados y las horas de trabajo podrían suponer un gran negocio, Tomeu no tiene ninguna duda. «Nunca vendería ninguna. Para mi tienen un valor incalculable. Todas las que tengo son para la gente de mi familia que viene detrás de mi», asegura.