Martí Duran (Manacor, 1990) estudió Biotecnología en la Universitat de Vic y un máster sobre Biomedicina Molecular en la Universidad Autónoma de Madrid. Además, completó su formación con otro máster en Bioinformática en la Universitat de Vic para proseguir con su trabajo doctoral en epigenética del cáncer desarrollado en la Universitat de Barcelona. Ha desarrollado una herramienta bioinformática para predecir el crecimiento futuro del tumor y la evolución clínica de los pacientes oncológicos. En noviembre recibió uno de los Premios Fundación Pfizer de Innovación Científica para Jóvenes Investigadores por este trabajo. Actualmente, trabaja como investigador en el grupo de Epigenética Biomédica del Hospital Clínic-IDIBAPS de Barcelona.
¿En qué consiste su trabajo de investigación?
— Estudiamos la epigenética en leucemias y linfomas. Todos tenemos un libro de la vida dentro de cada célula que es nuestro ADN, compuesto por 3.000 millones de letras. La epigenética nos permite interpretar este gigantesco libro. La epigenética está compuesta por pequeñas moléculas o modificaciones químicas que se unen a nuestro ADN, como la adición de un grupo metilo o metilación del ADN. Estas pequeñas moléculas están totalmente desordenadas en el cáncer y esto es lo que estudiamos para mejorar la calidad de vida de los pacientes.
¿Y cuál ha sido el resultado de este estudio?
— Hemos analizado más de 2.000 pacientes con diferentes linfomas y leucemias. Para ello, hemos usado la bioinformática, ciencia que aúna conocimientos biológicos, estadísticos e informáticos. El foco principal de los estudios de la metilación del ADN se ha centrado en su función de apagar o encender los genes, que representan alrededor del 1 % de nuestro ADN. Los avances tecnológicos nos han permitido analizar el 99 % restante, que se conocía como ADN basura porque se creía que no tenia relevancia. Sin embargo, hemos visto que esta fracción tiene una función extra de memoria celular y contiene información sobre el numero de divisiones celulares acumuladas.
¿Qué supone este descubrimiento?
— Vimos que cada paciente mostraba diferentes cambios de metilación del ADN en ese 99% que no afectaba a los genes. Pudimos demostrar que esta diferencia esta relacionada con diferencias en el numero de divisiones de las células tumorales de cada paciente. Cuantos más cambios, mayor numero de divisiones acumuladas en el pasado de las células tumorales y, sorprendentemente, peor pronóstico clínico en cada paciente.
¿Y se debe analizar el 99 % del ADN para obtener un diagnóstico?
— No. En lugar de estudiar los cambios acumulados en todo el ADN, redujimos las regiones a unas 1.000, creando una especie de reloj epigenético. El reloj mejora el pronóstico actual en varios linfomas y leucemias, pero datos preliminares sugieren su valía para muchos otros tipos de tumores. Este reloj podría ayudar a definir estrategias de tratamiento más acordes al riesgo biológico del tumor en cada paciente de manera individualizada, lo que es un avance en la medicina de precisión.
El papel de la epigenética en la clínica aún está muy infravalorada porque es relativamente reciente. Con las publicaciones de artículos y presentaciones en congresos se cambia el paradigma poco a poco y se empieza a mostrar más interés por estas pruebas. La epigenética, sin duda, ayudará a mejorar la calidad de vida de los pacientes con cáncer y otras dolencias.
¿Cuando se podrá aplicar?
— Todavía queda camino para que el reloj epigenético pueda aplicarse en la clínica. Actualmente estamos reduciendo aún más el número de regiones del ADN para abaratar al máximo los costes y seguimos validando su valor en más pacientes y otros tipos de tumor.
¿Qué supone para usted haber recibido el premio Pfizer?
— El premio me ayuda a seguir trabajando y es un gran reconocimiento a mi trabajo. Yo puedo contar una historia con final feliz, pero hay muchos compañeros que se pasan años estudiando y, al final, no obtienen ningún resultado.
¿Hace falta más apoyo público a los investigadores?
— Por supuesto. Hacen falta más recursos. En España estamos en la cola de Europa en inversión en investigación y, aún así, la ciencia que se hace en este país está entre las mejores del mundo. Cabe reflexionar de qué seríamos capaces si se hiciese una apuesta decidida al nivel de otros países de Europa.