Los vecinos de Sant Llorenç des Cardassar no han logrado olvidar ni un frame de la película de terror que vivieron la tarde-noche del 9 de octubre de 2018. Tres años después de la torrentada que asoló el municipio, y otros tantos más del Llevant de Mallorca, mantienen intactas las vivencias, como un tatuaje más de la vida grabado en la piel. El pueblo se ha recuperado del desastre ocasionado, las instituciones han introducido algunas mejoras para evitar que un episodio de lluvias similar pueda arrasar de nuevo el municipio con la voracidad de aquel día y otras siguen pendientes; pero la torrentada mortal -acabó con la vida de 13 personas- es todavía demasiado reciente como para que sus vecinos hayan logrado pasar página.
María Juan no olvidará nunca aquel día. «Llevaba todo el día lloviendo pero sobre las siete de la tarde empezó a entrar agua en casa, miramos por la ventana y lo único que vimos es que venía una ola gigante. Rápidamente, subimos a la azotea para resguardarnos. Era brutal, allí estuvimos hasta que pasó». Aunque la marca de agua llegó a sobrepasar los dos metros de altura, por fortuna, la familia de esta joven periodista solo sufrió pérdidas materiales. Después de tres años, Juan vive en una de las casas situadas en el epicentro de la catástrofe, que han tenido que reformar con esfuerzos y, en parte, con el dinero de algunas ayudas.
Fernando Heredia 'La Roca' echa la mirada atrás para compartir en este tercer aniversario su experiencia personal, similar a la que vivieron otros afectados, pero con el afán de seguir adelante porque «la vida sigue y hay que intentar seguir como se pueda», se repone. «Tuvimos suerte, otros no la tuvieron», lamenta. Este vecino de Sant Llorenç sufrió horas de incertidumbre, con familiares y sus propias hijas atrapadas en casa, con un metro y medio de agua amenazándoles. Hoy comparte la sensación de alivio profundo que sintió cuando al llegar al punto de rescate se encontró a su mujer con su hija pequeña en brazos dormida. «Las sacaron por la ventana, dos guardias civiles les salvaron la vida, se la jugaron por rescatarlas», relata.
Heredia vuelve a aquel instante para recordar a una niña. Llegó sola al punto de rescate, preguntaba por su mamá y su abuela, y «mi mujer era la única mujer que había allí en ese momento y la cogió. Miraba todo el rato a la puerta, esperando que llegara alguien. Días después, sólo me venía a la cabeza ese momento tan cruel». La madre y el hermano de la pequeña fueron dos de las trece víctimas mortales.
Maria Juan asegura que «todo el mundo sigue teniendo miedo. Aunque el pueblo se ha recuperado poco a poco, cada vez que llueve se vive con temor y la gente se pregunta: ¿y si vuelve a caer agua como aquel día». Los recuerdos tienen tanta fuerza que desde entonces viven con un ojo puesto en las previsiones meteorológicas. «Cada vez que llueve intento sellar las puertas y las ventanas con toallas para intentar frenar el agua. Los meses de septiembre y octubre se viven con mucho miedo, una vez que pasan, respiramos un poco más tranquilos», cuenta. El temor es una mochila con la que viven en el pueblo desde hace generaciones, ya que la mayoría de edificaciones están construidas en el lecho del torrente. Juan cuanta que sus abuelos ya han vivido tres torrentadas, pero ninguna como esa. «Me cuentan que unas veces entra más o menos agua, que es habitual, pero lo de 2018 fue brutal».
Esa sensación de miedo también la comparte Fernando Heredia: «Cada vez que se nubla se crea cierta alarma, prohíben aparcar en determinadas zonas,... En lo personal, mis hijas cuando truenan aún entran en cierto pánico». Este vecino de Sant Llorenç asegura que se reponen de aquello como pueden. «Muchos hemos perdido más de lo que nos han dado en ayudas. Perdí toda mi casa», afirma. Ahora solo espera que se ponga toda la solución posible.
La percepción de los vecinos de Sant Llorenç es que, en cuanto a prevención, las cosas han cambiado desde que sucedió la tragedia que se cobró la vida de 13 personas. «El torrente está más limpio y saneado y se toman algunas medidas de precaución los días con alerta meteorológica, como prohibir aparcar en ciertos puntos conflictivos para evitar que se bloqueen algunas calles», cuenta la vecina. Sin embargo, es inevitable no hacerse las preguntas: «¿Es suficiente?, ¿Volverá a pasar?», pregunta María Juan.