Tal y como manda la tradición los cristianos encabezados por Joan Mas consiguieron expulsar a los moros comandados por el corsario Dragut en el tradicional simulacro del 2 de agosto, pero este año tuvieron que esforzarse más que nunca y es que, por primera vez en la última década, los moros anticiparon su ataque consiguiendo plantar cara a los cristianos a seis metros del bar sa Penya.
Este era el principal reto que planteaban hace tres semanas Bernardí Salas y Miquel Morro cuando fueron elegidos por votación popular para encarnar a Mas y Dragut. Intentaban así ser lo más fieles posibles al ataque original y es que en los últimos años eran muchos los moros que llegaban tarde dejando a Dragut prácticamente solo junto a su cuadrilla frente a todos los cristianos que corrían a plantarles cara tras el grito de alerta que emite Joan Mas.
Los organizadores y los protagonistas de la fiesta plantearon a los vecinos en las distintas reuniones previas al simulacro la intención de que los moros anticiparan su ataque y las negociaciones finalmente dieron sus frutos. Así, durante el inicio del simulacro de la batalla entre moros y cristianos, este año los cristianos avanzaron menos de lo acostumbrado y eso ha provocado que algunas personas hayan cuestionado si los cristianos dieron la talla en la batalla. No sólo dieron la talla sino que se ajustaron más a la historia que en otras ediciones.
No se pueden negar otros datos numéricos que provocan que la presencia de los moros, ataviados con vestimentas de colores frente a los cristianos, vestidos de blanco, sea realmente apabullante y en ocasiones luzca más.
Durante los últimos años son más los jóvenes que se suman al simulacro vestidos de moros, 2.400 este año, frente a los apenas 700 cristianos que batallan por expulsarlos. Hay quienes dicen que los moros son más «juerguistas» y prefieren batallar en ese bando porque pueden proseguir la fiesta al concluir la batalla sin tener que visitar la iglesia.