La difícil vendimia ha obligado a los vinicultores a imponer controles extraordinarios de la uva para evitar que se entre producción deteriorada y garantizar la calidad del vino. La humedad ha provocado la aparición de focos de enfermedades como el mildiu o la botritis. Ello ha hecho necesario los controles que repercuten en una mayor lentitud a la hora de vendimiar.
Las principales bodegas dejan en las viñas la uva que presenta el mínimo signo de podredumbre. También se realiza una segunda selección en la entrada a la bodega.
Las principales variedades afectadas por las enfermedades son las tempranas (sirah o tempranillo), que ahora se vendimian. En viñas como sa Torre, de Macià Batle, parte de la uva acaba en el suelo al no estar en buenas condiciones.
Los vinicultores aseguran que la producción sólo registrará un descenso moderado al ponerse en explotación nuevas viñas. El grueso de la producción no se vendimiará hasta finales de mes con lo que no se puede aventurar el porcentaje de producción que se desechará. Las bodegas han decidido mantener a los payeses los mismos precios de compra de la uva que el año pasado y que pueden oscilar, según la graduación, entre 0'90 y 1'20 euros.