El local comercial del anticuario Antiga, en la calle Reina Esclaramunda, está repleto de clientes que rebuscan entre multitud de objetos curiosos. su propietario, Daniel Cota, ha decidido que por fin se jubila tras 52 años dedicándose a las antigüedades. Apenas lleva una semana de liquidación y se empieza a notar en su tienda, en la que antes era imposible entrar: ahora hay un estrecho pasillo entre miles de piezas que tienen más de dos siglos. «Aquí tenemos los objetos de las casas mallorquinas y nobles que se han desmontado», dice Cota.
Son los últimos restos de una época ya olvidada. «Las grandes casas se han convertido en hoteles y los coleccionistas y anticuarios nos íbamos quedado con lo que quedaban de esos palacios», señala el veterano anticuario. Una muestra de las rebajas que aplica para liquidar todas sus existencia: una casa de muñecas del siglo XIX, de metro y medio de altura, se vendía por 2.500 euros y ahora está por 800 euros.
Con el cierre de Antiga se desvanece una época que se ha ido despedazando, se ha ido vendiendo a trozo. Primero las tierras, luego las casas, después su contenido, para pasar a convertirse al estilo minimalista nórdico. El desguace de Mallorca es un hecho y los jóvenes no tienen el poderío económico para seguir con la tradición: «No tienen casa o es demasiado pequeña. A nadie le cabe un canterano en casa», explica Cota, que se resigna a que las nuevas generaciones se hayan pasado al mueble barato de diseño sueco.
«Hay un cambio generacional. La gente joven no entra en las antigüedades porque están muy ajustados de dinero, el que tiene piso es de sólo 70 metros cuadrados y busca solo lo útil. Y ahora prefieren decantarse por la tecnología, los viajes y las experiencias». El patrimonio de los hogares mallorquines se desperdiga, se pierde entre la precariedad y el olvido.
Cota recuerda que antes había 47 anticuarios , «ahora quedamos nueve en toda Mallorca». La tienda está repleta de objetos y personas que curiosean y observan los precios colocados en coloridos post its. Un casco de la Primera Guerra Mundial, ya sea del bando alemán o inglés, se cotiza ahora a 40 euros. Objetos religiosos como una custodia, donde se guarda el sagrario, que proviene de una gran casa señorial mallorquina, se vende a 1.800 euros. Hay misales antiguos, ollas de cocina de cobre, ropa y un retrato autobiografiado de Ramón Franco, el hermano del Generalísimo, por diez euros. Cota se suma a la generación de comerciantes que baja la persiana. El drama, dice el comerciante, es que no hay relevo.
DavidTodo es basura, à Son Reus.