A Santa Catalina no la reconoce ni su madre. Jaume Gual vuelve a ir con la cámara en ristre, paseando por las mismas calles. Fue un antiguo vecino del barrio y en 1983, apenas un veinteañero, sintió la necesidad de hacerle fotos a los comercios con carteles tradicionales. En aquel momento fue una pulsión a la que no encontraba una explicación. Ahora, 42 años después, sigue el rastro de esas fachadas y, por desgracia, apenas quedan supervivientes en el tejido comercial. Sin querer, la cámara de Gual ha sido testigo de la transformación radical del barrio.
El recorrido empieza en la Plaza Progreso, donde había una peluquería. «Derribaron el edificio completo, que era de estilo tradicional, y en los bajos del inmueble actual está la oficina de correos», cuenta Gual. La antigua panadería Can Felip es ahora la de Son Campos, que recuerda su nombre original. Y en el recordado bar Progreso, abierto hasta 2016, ahora está el restaurante Marui, especializado en sushi. Es el devenir de Santa Catalina. Sobrevive el bar Goa, el más veterano de la plaza.
Gual tiene en la memoria todos los comercios de la zona. «El local del Montepío del Arrabal es ahora el restaurante Patrón Lunares y Confecciones La Fábrica, que cerró en 2013, ahora sirve vinos». La suerte es que en este último establecimiento han mantenido toda la cartelería original.
En la plaza Progreso todavía resiste la Cuchillería Amengual, un negocio tradicional que abrió en 1952, pero en la calle Sindicat. En ese mismo local de Progreso «abrió en 1930 la zapatería La Fuerza del Destino», recuerda Gual. En 1986, la cuchillería se vino a Santa Catalina, en el local vecino de la añorada zapatería que cerró. La cuchillería se pasó a su ubicación actual y aún hoy se acercan los vecinos más ancianos preguntando por los zapatos de La Fuerza del Destino.
Toni Lort, propietario de la cuchillería, se muestra orgulloso del negocio familiar que abrió su padre y que además, por suerte, cuenta con su hijo Ángel Lluc para mantenerlo abierto. «Antes asesorábamos a los clientes, pero ahora la gente busca tu ayuda y luego compra en Internet». Lort reconoce que «si tuviese que pagar un alquiler tendría que cerrar el negocio». El secreto de su supervivencia es afilar cuchillos y no pagar alquiler.
Gual prosigue por el recorrido nostálgico en busca de los antiguos comercios de Santa Catalina. Precisamente este paseo fue una de las propuestas de la edición de Jane’s Walk Palma de este año. El fotógrafo proponía a los participantes ir detrás de esas fotos que hizo a principios de los años 80 para ver qué queda hoy. Y no, no ha sobrevivido prácticamente nada.
«Aquí vendían pollos vivos y huevos. Ahora dan masajes», dice Gual junto a un portal. En la añorada carbonería, en la calle Sant Magí, hay una óptica. Cerca, otro bar. «Como todo, esto es la ostia», se lamenta Gual, que vivió en el barrio de pequeño, en la calle Espartero. Se mantienen la ferretería La Central y la mercería Nadal, desde 1924.
«Había comercios en cada barrio, en cada manzana. E iban pasando de padres a hijos. Tenían una función social, la de abastecer a la gente del barrio», recuerda Gual. En Santa Catalina, un arrabal humilde que congregaba a los pescadores de la ciudad, había multitud de panaderías. «Ahora hay bares, que no dan servicio a los vecinos. Por eso viene gente de toda Palma, de Mallorca, de toda Europa aquí», se queja el fotógrafo.
La calle Fábrica es, en opinión de Gual, la que ha sufrido el cambio más descomunal. «Había más comercios que no fotografié, jamás me imaginé que se iban a perder todos», señala dolido. Santa Catalina sufrió una oleada de gentrificación en los años 2000, con la sustitución de comercios por hostelería y restauración. Años después irrumpieron los inversores extranjeros, que transformaron el paisanaje del arrabal.
«Santa Catalina era una ciudad dentro de la ciudad. Éramos autosuficientes no necesitábamos más. Hasta que decías ‘me voy a Palma’», que estaba atravesando Sa Faixina. «Nosotros íbamos a ver los juguetes», recuerda. Aquí había un barbero, aquí una peluquería, aquí una tienda de comestibles... Gual recurre a su memoria y muestra su pesar por los sustitutos: bares que sirven tortillas francesas, inmobiliarias y pastelerías suecas han cambiado el paisaje comercial de Santa Catalina. Un barrio conocido como la versión palmesana del Soho de Nueva York y que, según algunos, ha perdido todo su encanto.
Yo me tiré muchos meses en la CALLE FÁBRICA de dia y de noche mientras hacía el servicio militar ahí en la C. Roja. ( Al lado el BAR - Peña Arrabal. ) ¡¡ Que buenos tiempos !!