El Parque de convivencia La Ribera-Marbella, ubicado en la segunda línea de la Playa de Palma, se ha convertido en residencia permanente de un grupo de indigentes que, en buena parte de los casos, genera preocupación y descontento entre los residentes en la zona. Especialmente, por las malas formas de algunos de ellos, que trasladan en temporada alta a los turistas que por allí transitan o que acuden a un parque infantil ubicado allí mismo, y durante todo el año a los habitantes de esa zona residencial.
Escondidos entre la vegetación, algunos de ellos incluso pernoctan en el interior del parque, dejando huellas de sus presencia como colchones abandonados o restos de basura, botellas, latas o envases que muchas mañanas, además de los indigentes, se encuentran en el interior del recinto algunos de los trabajadores públicos que allí realizan sus labores de mantenimiento.

«A veces viene la Policía (Local) y les saca, pero cuando se marchan, entran por otra puerta o, si está cerrado, saltan la verja que es de poca altura. Hay días que parece una invasión», aseguran vecinos de La Ribera, además de trabajadores públicos, acostumbrados a su presencia, al igual que unos residentes que les miran con recelo por la sensación de inseguridad que generan, más habiendo cerca un centro educativo. Pese a ello, no señalan a todos y descartan a algunos por ser gente pacífica y abocada a vivir en ese lugar.
Algunos de ellos abandonan el parque durante el día, pidiendo limosna en un centro comercial próximo o haciendo de aparcacoches. Otros, se apostan en las calles próximas al parque que es su hogar y unos pocos pasean por el interior del recinto, abierto en invierno de 8 a 20 horas y en verano de 8 a 22 horas.
Algunos de ellos, incluso, hacen sus necesidades dentro del recinto público, dando una mala imagen de forma especial hacia los turistas, aunque los vecinos parecen haberse acostumbrado a ver este tipo de situaciones, aunque no a las malas maneras que en ocasiones emplean algunos de ellos, que consumen alcohol en cantidades importantes.
«Cada día, recojo unos diez cartones de vino y muchas latas de cerveza», explica uno de los encargados de la limpieza de un parque que cuenta con menor circulación de vecinos respecto al Bosque de La Ribera, de mayores dimensiones y con mayor oferta de espacios y servicios lúdicos en este área alejado por varias manzanas de la costa y la playa, siendo un oasis de tranquilidad en invierno.