Sant Sebastià, el patrón de Palma, es celebrado con fervor en una de las semanas más frías del año. En este tiempo no es de extrañar un chaparrón o una fuerte tormenta. Una peculiar tradición marca el inicio de estas festividades: llevar huevos al convento de Santa Clara, en Ciutat. Este rito está destinado a asegurar, según la creencia popular, una intervención divina que evite que la lluvia haga acto de presencia durante los días de fiesta.
El evento, revitalizado en los últimos años por el colectivo ciudadano Orgull Llonguet y organizado por la Confraria de Sant Sebastià, busca mantener viva una tradición ancestral. Este año, alrededor de 300 personas se unieron este pasado domingo para dar comienzo a las celebraciones del patrón de Palma. A través de este acto, buscan seguir la tradición que promete buen tiempo para honrar al santo, un elemento identitario indispensable de Palma.
¿Quién fue Sant Sebastià?
Para comprender la relevancia de esta fiesta, es esencial conocer un poco más sobre la figura de Sant Sebastià. Según los historiadores, Sant Sebastià fue un oficial del ejército romano que vivió alrededor del año 300 después de Cristo y abrazó sus creencias en secreto. Cuentan que los hombres fieles al emperador Diocleciano lo descubrieron y, como castigo, fue amarrado a un árbol y ejecutado con flechas, sobreviviendo milagrosamente a este ataque inicial solo para ser finalmente ejecutado más tarde.
Escogido como patrón de Palma por sus supuestos poderes sanadores y protectores sobre un brote de la mortífera peste, su origen militar, junto con su representación como un mártir que sobrevivió a lo que parecía ser una muerte segura, hicieron de él con el tiempo un protector espiritual ante las adversidades. Su fiesta es conocida no solo en Palma sino en otros lugares del mundo como una jornada de resistencia y fe. ¿Y qué papel juegan en todo esto las cestas con huevos?
La tradición de ofrecer huevos en el convento de Santa Clara responde a un origen simbólico que conecta el alimento con la fertilidad y la providencia. Alrededor del siglo XVIII, los lugareños comenzaron a creer que la ofrenda de huevos a las hermanas del convento podría influir en el clima, asegurando un tiempo más favorable. Ya en el siglo XIX los palmesanos comenzaron a plantar en honor del santo los foguerons, que aun hoy perviven de algún modo en la festividad. Esta práctica ha sobrevivido pese al tiempo, enraizando mitos y cultura en el tejido social de Palma. Así es como, con los huevos en su lugar y la intermediación de las religiosas, Palma se pone a punto para celebrar sus días más grandes.