Bajo una larga historia como área residencial, la barriada de Son Armadams se ubica en un lugar provilegiado de Palma, a caballo entre el Castillo de Bellver, el Paseo Marítimo y con la calle Andrea Doria como límite natural. Sus calles exhiben nombres de navegantes y personajes ligados a la vida cultural más reciente incluso de la capital mallorquina (Camilo José Cela, Pilar Juncosa, Joan Miró...) y en ellas se multiplican negocios vinculados al turismo y los servicios, especialmente hoteles urbanos.
Algunos de ellos singulares como el Artmadams, cuya fachada llama la atención con el espectacular mural obra del pintor José Luis Mesas, y otros pasan más inadvertidos u ofrecen testimonio de tendencias arquitectónicas de otras décadas, camuflados entre el paisaje de grandes viviendas entre las que se mezclan las de toda la vida y de nueva construcción, dibujando un panorama heterogéneo.
La pequeña, pero activa Asociación de Vecinos de Son Armadams, que preside Catalina Llompart y que reúne «a seis personas con iniciativa e inquietud y que nos preocupamos por nuestro barrio», refiere la dirigente, es el nexo entre la calle y el Ajuntament de Palma, ante el que tienen numerosas reclamaciones y peticiones, algunas de ellas perdidas en el tiempo y que quedaron en un cajón, pero que ellos pretenden mantener vivas.
Una de ellas es el perseguido Casal de Barri (El Terreno les ofrece horas de uso), toda vez que Cort les dejó sin local social durante el mandato de Mateu Isern (2011-15), algo que perjudicó a la asociación «porque mucha gente se pensó que nos habíamos disuelto», explica Llompart, quien lamenta la herencia dejada por el anterior consistorio, a la vez que remarca que «no es una cuestión de siglas. Hila ha sido terrible, una pesadilla. Pero, por ejemplo, Antonio Donaire trabajó mucho por nosotros y por el barrio», refiere.
En el capítulo de infraestructuras, lamentan que «únicamente han aparecido antes de la campaña para hacer obras» y dejan patente la queja por el mal estado de las aceras en algunas de sus calles, al excepción de Marqués de la Cenia. Las raíces de los árboles levantan el pavimento y las hacen intransitables en algunos tramos, e incluso generan un peligro innecesario.
La limpieza «ha mejorado bastante», asegura Catalina Llompart, aunque el incivismo resulta inevitable en algunos momentos. En materia de transporte, la barriada está bien cubierta por las líneas de la EMT que transitan por Andrea Doria o Joan Miró, y cuenta con estaciones de Bicipalma, aunque sí critican que Cort eliminara líneas como la que les llevaba al centro de salud de la Casa del Mar, teniendo que hacer ahora un transbordo. Ese es su centro de salud de referencia, compartido con la UBS de El Terreno, en la plaza Gomila, y con Santa Catalina como PAC.
En materia de circulación, la sobrecarga de tráfico, especialmente motivado por las obras del Paseo Marítimo, se suma a los problemas de aparcamiento al limitar con la zona de ORA. «Es una locura. Piensa que están los vecinos, los hoteles, el alquiler turístico, los locales de ocio y restauración, que estamos al lado de Santa Catalina o el Paseo Marítimo... es la 'tormenta perfecta' en ese sentido, pero ahora esperamos una solución con s'Algo Dolça», donde además de las nuevas y esperadas piscinas se ofertarán plazas de párking. De la misma manera, el exceso de velocidad en horario nocturno y de fines de semana se ha convertido en un peligro añadido y habitual.
Ahí señalan la existencia de un espacio «ilegal» próximo a lo que fue el parque de Gomila Park, hoy convertido en un simple arenero «lleno de excrementos de animales. Y es una pena, porque hace años los niños venían aquí a jugar, muchos aprendieron a ir en bicicleta aquí...», recuerda. Por ello, reclama a Cort «recuperar un espacio público de reunión», aunque junto a esa zona hay un parque infantil, pero se halla ese polémico aparcamiento -entre las calles Federico García Lorca y Joan Miró- «en el que los vecinos han tenido problemas de ruidos todos los días de la semana, porque estaba permanentemente abierto. Ahora, por suerte, se ha solucionado y se cierra por las noches, evitando esas molestias», relata la presidenta de la asociación.
En cuanto a seguridad, la situación «ha mejorado» tras años de problemas con los locales nocturnos, pero reconocen hablando de la Policía Local que «ni está, ni se la espera...», poniendo como ejemplo situaciones como las horas que deben esperar los vecinos que denuncian que se estacionan vehículos en sus vados. «Llamas y ha tardado hasta 3 o 4 horas... y la Policía, igual», lamenta.
Otro foco de debate es la proliferación de locales de masajes asiáticos, «tenemos diez en apenas 500 metros», apunta Llompart, quien reconoce que «no molestan, pero todos saben lo que es y lo que hay detrás», manteniendo reuniones con la ACHINIB para eliminar los llamativos luminosos y evitar que sus empleadas salgan a la calle a captar posibles clientes.
La falta de una biblioteca pública o de infraestructuras deportivas -Can Baró lleva años cerrado- son otros peros a poner a Cort por parte de una asociación pequeña, pero activa en las redes sociales. Y que resumen sus peticiones al Ajuntament de Palma en la necesidad de arreglar las aceras, ordenar y controlar esos locales de masajes, recuperar el espacio público de Gomila Park o tener un Casal de Barri para dinamizar una zona en la que ese grupo mantiene con vida el espíritu vecinal.