Las obras de reforma del Club de Mar siguen adelante y ahora ya está finalizada toda la estructura, que es visible desde el Passeig Marítim. «Se está cumpliendo todos los plazos y la obra de ampliación estará lista para el último trimestre del año», señala José Luis Arrom, director de la junta directiva de la entidad.
«Ya estamos en la fase de las instalaciones, que supone mucho trabajo», añade el directivo. El Club de Mar afronta una intensa remodelación que tiene un coste de 60 millones de euros, que se une a la del Passeig Marítim, en la que se están invirtiendo otros 40 millones de euros, en esta ocasión por parte de la Autoritat Portuària de Balears (APB).
La zona está viviendo una revolución de grúas y excavadoras que darán paso a un nuevo Marítimo. De hecho, ambas obras coexisten y tienen que coordinarse en algún punto concreto, como el derribo del puente de Peraires, que ampliará las vistas del Club de Mar. «Vamos a tener que convivir en este punto de la obra», explicó Arrom.
Mientras los trabajos del Club de Mar avanzan, también lo hacen las gestiones para dotar de contenido las instalaciones. «Seguimos eligiendo los inquilinos de los locales comerciales, hemos tenido muchas solicitudes», que alcanzaron las 300. «Estamos en la tercera fase de las cinco que existen para la adjudicación de los locales y hacemos criba, aunque tenemos muchos candidatos decididos».
Respecto a la discoteca, que antes ocupó Mar Salada, «también se está reformando». Y el restaurante ya cuenta con cinco ofertas finalistas, entre las que hay chefs de renombre, así como prestigiosos grupos de restauración nacionales e internacionales.
El nuevo Club de Mar contará con dos plantas de párking, lo que supondrán 97 plazas en total y un alivio para los clientes que acudan a la zona. El Passeig Marítim está viviendo una revolución, donde «la asociación de vecinos está animando a los propietarios de locales a que hagan un cambio de identidad y de actividad. No queremos un Marítim de chiringuitos y badulaques, sino que vaya acorde con la nueva imagen».
También está en juego el antiguo Pachá, de la Fundación Natzaret. «Nos gustaría que hubiese un restaurante en el que puedan trabajar nuestros chicos, que están en inserción laboral. La idea es que el negocio que se instale, aporte algo a la sociedad», señala Guillem Cladera, de la Fundación Natzaret.