A la par que el próspero Nou Llevant -el Polígono de Levante de toda la vida- va ganando terreno hacia la parte sur de la barriada, La Soledad dibuja un escenario gris. Especialmente por el tejido comercial y el cierre de numerosos negocios y establecimientos que ofrecen una sensación de olvido y desarraigo que azota a ese rincón de Palma, en el que el ambiente y la vida vecinal de décadas atrás ha pasado a mejor vida en muchos casos. Como el recorrido de establecimientos de todo tipo que ahora forman parte de un paisaje triste y desértico.
Panaderías que en su día eran foco de atención de gente de toda Palma -los domingos y días festivos, especialmente- hoy permanecen cerradas o convertidas incluso en viviendas al inicio del tramo de la calle Manacor que abarca desde el cruce con Reis Catòlics y hasta la rotonda de Can Blau, donde apenas la farmacia -que ha cambiado de ubicación-, un bar, una tienda de comida preparada y otra singular de alquiler de motocicletas resisten.
Y lo hacen tras el fin de ciclo de establecimientos que eran emblema de La Soledad, como el videoclub Piscis o el restaurante Cas Bombero, entre otros como una pajarería o una papelería, además de panaderias o tiendas de muebles. Uno de los últimos en bajar la barrera fue Comercial Moragues, tras décadas ofreciendo productos para el hogar, droguería, pintura... Hoy, su enorme espacio resta vacío, en silencio, frente y junto a otros que en su día dieron vida y color a una barriada que languidece también en su interior.
Yendo hacia La Soledad norte, el panorama mejora levemente, aunque negocios de toda la vida no han resistido el paso del tiempo o la marcha o el fallecimiento de los vecinos de toda la vida, quienes sostuvieron muchos de esos comercios durante décadas, cuando la vida en el barrio de Palma era más activa. Ahora, son los establecimientos regentados por inmigrantes los que ocupan parte de ese espacio, aunque el vacío se agranda mucho más allá de lo esperado, alcanzando hasta el ahora conocido como Parque Wifi.
Ahora, calle adentro, abandonando el ajetreo y el tráfico de paso por la vía principal (calle Manacor), sobreviven los más indispensables o quienes apuran sus últimos años antes de jubilarse y seguir los pasos, lamentablemente, del resto. Alguna panadería, los bares de siempre, peluquerías de toda la vida, algún taller mecánico... y poco más. En la zona del Bingo Rosales, algunas cafeterías y supermercados dan mayor sensación de actividad y vida.
Todo, a la espera de dar continuidad a la tendencia de otros lugares de Palma y ver cómo la gentrificación hace su trabajo en lo que fue una barriada popular, obrera y activa, de la que apenas quedan unas pocas señales y algunos de sus protagonistas para contarlo. Los primeros pasos ya se van dando y no resulta extraño en verano ver coches de alquiler estacionados por la zona, además de turistas paseando maletas.