Este viernes se aprobó la parte estructural del nuevo Plan General. Para dar una idea de su extensión, toda su documentación, supone 5.530 páginas y 156 mapas de tamaño Din A0, que si superpusieran uno junto a otro tendrían una extensión de 24.476,46 metros cuadrados (dos campos y medio de fútbol) o, llevándolo a una medida más de aquí, 3,4 cuarteradas.
Lo que está claro es que ya se han sentado las bases de cómo será el crecimiento de Palma para las próximas dos décadas con retos muy diferentes a los primeros planes que dibujaron las bases de la ciudad. Si en 1903 Bernat Calvet asumió una Palma más sana tras las pandemias, en esta ocasión el horizonte está en convertir a Palma en una ciudad más resistente al cambio climático (este fin de semana ya estamos por encima de los 30 grados) con más zonas verdes y además, un destino demográfico en esta España repleta.
La nueva Agenda Urbana y la Cumbre del Clima de París de 2015 han vertebrado esta herramienta. Las reuniones del equipo de la Oficina del Plan General con agentes sociales y expertos tomaban el pulso a la ciudad, mientras se trazaba un plan de trabajo con un modelo ambiental, económico y social para trasladarlo a la Palma de 2043.
El viernes se aprobó la parte estructural del Plan General (se espera a otoño a tener el plan detallado) y hasta hace quince días seguían llegando algunos de los 80 informes externos de otras administraciones.
Se cierra así un proyecto tras dos legislaturas de tramitación en la que además de funcionarios de varias disciplinas del Ajuntament, algunos de ellos ya habían participado en el Plan General de 1998, con el apoyo técnico de Territorio y Ciudad, especializados en el planeamiento urbanístico.
«Desde 1998 hasta ahora, la situación de la ciudad ha cambiado muchísimo. El Plan Calvet diseñaba cada kilómetro el primer plan del Eixample para luchar contra las pandemias tras derribar las murallas. Ahora, la salud también es fundamental, por lo que se incide en la mejora de zonas verdes. Todo esto en un contexto en el que aparece la pandemia», explica Biel Horrach, director general y cogerente de Urbanisme.
«Ese fue el principio. El Plan Estratégico de Copenhague ya incidió hace quince años en que la salud debía ser el centro. Cada kilómetro en bici en el que no se utiliza el coche ahorra un euro en gastos relacionados con la salud. Eso demuestra lo que un buen urbanismo puede afecta a la salud», añade Joan Riera, gerente de Urbanisme.
Si la salud es vital para entender la nueva Palma, el cambio climático obliga a tomar decisiones drásticas. «Hay que adaptarse y mitigar sus efectos», explica Horrach, que explica que la apuesta por las zonas verdes que se derraman por la ciudad «baja la temperatura y repercute en la salud». Pero la sostenibilidad no es solo ecológica: también se busca un equilibrio económico, «hay que diversificar y lograr una mayor calidad de la economía y esto se tiene que incorporar en el planeamiento urbanístico».
Si en los planes generales de Palma de 1963 y 1973 el coche es el protagonista, por lo que hay una separación de usos que se desparraman por Ciutat, provocando más desplazamientos en coches, ahora toca cambiar la estructura. «Ahora el objetivo es que todos los recursos estén caminando o en bici», explica Horrach. La tienda, el colegio o el centro médico, en definitiva, las necesidades básicas, se acercan a los barrios, que ahora tienen espíritu de llevar la dimensión del pueblo a la ciudad.
Riera reconoce que «hay que abordar con valentía y de manera radical ciertos temas». Así, la desclasificación de suelos en Son Gual permite trasladar ese crecimiento urbanístico en otras zonas más cercanas como Son Güells y el Eixample de Ponent.
Y todo esto en un escenario de crecimiento demográfico (en los últimos veinte años Palma ha crecido en 120.000 habitantes) mientras se dispara el precio de la vivienda. «El objetivo es que el crecimiento poblacional sea moderado, no exponencial como ocurrió en los años 60 y 70, y que sea un crecimiento hacia el interior de la ciudad. Lo más fácil hubiese sido hacer tábula rasa en los suelos urbanizables pero hay que mejorar la ciudad existente. El 70 por ciento de las necesidades se resuelven dentro de Palma y si antes había 1.000 hectáreas de crecimiento en cada plan general, ahora será solo una cuarta parte aunque haya mucha más población», señala Horrach. Y para cubrir las necesidades de la población se apuesta por la vivienda asequible y protegida, más reducidas y aumentando las alturas aunque respetando la personalidad de los barrios. Si en alguna zona hay cinco viviendas por hectárea, ahora se opta por una ratio de 75 viviendas.
Frente a la ciudad de los círculos concéntricos marcada por las murallas que ahora encarnan las Avingudes o la Vía de Cintura, ahora se opta por tender puentes entre los barrios del Eixample para conectarlos. Los ejes comerciales y los ejes verdes tejen una ciudad que ahora apuesta por la microeconomía, donde el pequeño comercio sea protagonista. El barrio es el nuevo centro.
En los nuevos barrios como Son Busquets o el que se ubica entre Son Ximelis, Cas Pastors y Can Fontet se destina un 70 por ciento del techo residencial (mitad protegida y mitad libre para lograr la cohesión social) con un 30 por ciento de actividad económica.
También se regulan actividades económicas como el turismo para evitar la sustitución de viviendas por hoteles y frenar el alquiler turístico, así como la regulación de bares y restaurantes para lograr un equilibrio, con una limitación de tres establecimientos en 100 metros.
Cinco proyectos estratégicos cambiarán la ciudad: la transformación del frente urbano desde el Parc de la Mar hasta el Portitxol, el nudo de Son Bordoy que rebajará el nivel de la Vía de Cintura (la muralla del siglo XX) para conectar barrios y coser la ciudad, renaturalizar Platja de Palma, incluir el Parc Agrari en el Plan General y optimizar los polígonos.
Diferentes escalas de centralidad, ya sean las diez áreas de nueva centralidad urbana, con equipamientos y actividades que repartan el flujo de personas por la ciudad gracias a los nuevos trazados del transporte público de alta capacidad que se prevé que se desarrollarán en los próximos años, como los barrios, convertidos en nuevos centros.
Joan Riera advierte: «Todo esto son las posibilidades que permite el Plan General pero todo dependerá de la gestión de los próximos veinte años. Es una hoja de ruta pero no garantiza que e materialice al 100 por cien, los encargados serán los diferentes equipos de gobierno».
El plan Riera-Horrach echa a andar y ya Neus Truyol, regidora de Model de Ciutat, advirtió en el pleno del pasado viernes que a partir de ese momento se esperaba la llegada de proyectos. «Este es un plan que traza un camino para proteger a las personas y al territorio. Un plan que se adapta a las necesidades de vivienda asequible que demanda la sociedad, que cuida de la salud de los ciudadanos ahora que los efectos del cambio climático ya son más que evidentes», advirtió Truyol.
Trabajo conjunto
Un equipo multidisciplinar ha trabajado durante dos legislaturas para sacar adelante el Plan General. Dirigidos por Joan Riera, gerente de urbanisme y Biel Horrach, cogerente y director general de urbanisme, lo han hecho acompañados de la Oficina del Plan General: Pilar Simón, Esther Martínez, Samuel Fernández, Lucas Seco, Francisca Ramis, Isabel Riquero, Javier Suárez, Alberto Carreras, Toni Piña, Toni Forteza, Miguel Rabal y Antonia Campaner.
Un gran número de técnicos de varias especialidades han participado en su redacción, sumados al equipo de la consultora Territorio y Ciudad. «El urbanismo y el planeamiento general no es solo arquitectura, sino una suma de disciplinas», señala Horrach.