Una tragedia sin paliativos. Un día funesto en la historia relativamente reciente de Palma, Mallorca y las Islas Baleares en su conjunto. Pocos calificativos dan la medida de lo sucedido un 25 de noviembre de 1895 en el polvorín de Sant Ferran de la capital balear cuando 97 personas, la inmensa mayoría mujeres y niñas, murieron en las inmediaciones del lugar donde trabajaban en condiciones precarias de seguridad, tal y como reseñaron en su momento los cronistas de la época, que pronto exigieron responsabilidades y ahondar en los culpables de tan dramáticos hechos.
No se sabe a ciencia cierta cuál fue el motivo que desencadenó la mortífera explosión en Can Pelat, aunque se barajan algunas hipótesis. Todas ellas muestran de algún modo los abusos y la explotación a las que estaban sujetos los obreros, y también la escasa conciencia de peligro que imperaba en las factorías hace más de un siglo, con más razón en este recinto cercano a la actual sede de la Delegación de Hacienda (en la calle Cecili Metel), donde manipulaban sustancias deflagrantes y altamente peligrosas, como lamentablemente quedó contrastado.
Sin embargo, la necesidad apremiaba y muchas familias se veían obligadas a completar el sueldo de los hombres de la casa con el trabajo de la mujer e incluso las niñas pequeñas, a quienes la necesidad dejaba sin tiempo para ir a la escuela. Ellas se encargaban de los trabajos que nadie quería hacer, en condiciones de salubridad a menudo peores y con sueldos mucho más bajos que los hombres. A menudo son las grandes olvidadas. Por ello, calificarlo de accidente laboral asume una veracidad relativa, especialmente considerando el concepto actual que tenemos de siniestro asociado a la actividad profesional.
Aquello fue una concatenación de fatalidades, amparadas por un sustrato de por sí peligroso y poco edificante desde el punto de vista moral y humano. Los propios periodistas de la época reclamaron llegar hasta el final en la depuración de culpas. Ese día, como todos, muchas mujeres y niñas desempeñaban su cometido diario en el polvorín de Sant Ferran, manipulando la munición inservible para recuperar lo que se pudiera. Fue sobre las dos de la tarde cuando una explosión gigantesca se dejó sentir por toda la ciudad. Los primeros que acudieron a socorrer a las víctimas encontraron un panorama desolador, con más de cincuenta cadáveres esparcidos por el solar ruinoso. Los malheridos imploraban clemencia para que alguien pusiera fin a su terrible sufrimiento. Los más leves fueron trasladados al cercano hospital que hoy es una residencia de ancianos, al principio de la cuesta dels Oms.
En todo este embrollo juega un papel importante la responsabilidad empresarial. Hay quien vio ya en esos días una incitación a la negligencia por parte de la propiedad, y en los nuestros UGT recuerda a las víctimas del polvorín de Sant Ferran, «la mayor tragedia laboral ocurrida en Baleares». «Las medidas de prevención eran prácticamente inexistentes (...) No se puede permitir que una negligencia empresarial como la que se cometió hace 126 años vuelva a ocurrir», destacan desde el sindicato, lamentando a su vez las ocho personas que han muerto en este año 2021 en las Islas mientras estaban trabajando o iban a trabajar.
Desde el sindicato han recordado los hechos del polvorín de Sant Ferran, cuyo relato hiela la sangre. Mientras un centenar de trabajadores recuperaban pólvora y otros materiales obsoletos que habían servido de munición al Ejército español –recordemos que estaba en marcha la guerra de Cuba– y con algo más de 100 kilogramos de pólvora a sus pies se produjo una gran detonación. Unos cincuenta trabajadores, casi todas mujeres y niñas, murieron al instante; el resto lo hicieron en horas o días, sin que haya constancia de que quedaran supervivientes.
Sólo había transcurrido un mes desde que el empresario Gabriel Padrós lograra la contrata del ejército para inutilizar el armamento. «Si hubiera aplicado las medidas de prevención de esa época, probablemente, no habría ocurrido una desgracia como aquella», señala UGT. El suceso conmovió a toda España y motivó donaciones y colectas en todo el país, y costó que se borrara del recuerdo uno de los accidentes laborales más sangrientos. Cada año, en el cementerio de Palma, se rinde tributo a las víctimas del accidente mortal del polvorín de Sant Ferran. Esta vez el acto de ofrenda floral ha quedado suspendido por la lluvia.