El Ajuntament de Palma ha declarado la guerra a las pintadas vandálicas mientras murales de conocidos artistas urbanos van llenando por encargo paredes y espacios, tanto públicos como privados. Es la doble cara de una actividad que se ha acoplado al paisaje urbano de Palma y que atrae incluso a turistas de las pintadas. Los grafiteros se debaten entre la adrenalina de pintar en lugares insólitos y valiosos y los que reivindican la pintada regulada como expresión artística.
Van tapados hasta arriba y hacen un grafiti en una pared ‘semilegal' del Casc Antic, que rodea un solar abandonado. Piden mantenerse en el anonimato, ya que las multas son cuantiosas, dicen: entre 3.000 y 30.000 euros. Nunca les han pillado.
Xisco (nombre ficticio) ha estudiado Bellas Artes y Fernando (también oculta su identidad) es diseñador gráfico y ahora vive de exposiciones y encargos de propietarios de inmuebles privados y establecimientos que quieren tapar pintadas vandálicas. Con estos murales por encargo se aseguran de que no vuelva a aparecer un grafiti indeseado: una especie de código de honor entre grafiteros.
Demandas
Los grafiteros entrevistados tienen una lista de deseos dirigida a Cort que creen que podría reducir las pintadas en la ciudad: habilitar paredes para pintar de manera legal, crear zonas para aprender, montar una asociación o escuela organizada por grafiteros, «de la comunidad para la comunidad» y permitir la pintada en las paredes de torrentes, que tienen una gran cantidad de metros lineales de espacio libre.
Mientras tanto, las paredes de determinados rincones del Casc Antic están sobrepobladas de pintadas que van desde la simple firma que hincha de orgullo de su autor hasta obras más elaboradas. «Para pintar un tren tienes que ser un ninja, pero si te pillan te vas al calabozo y te ponen multa. Luego están lugares como la vía de cintura que van con rodillo.
En esta cultura se valora el ingenio y pintar con pocos colores. La solución pasa por educar e intentar hacérselo a entender a los niños que hacen tags».
Porque en este mundo hay clases también. El tag (una simple firma), el throw up («más currado, con línea y relleno»), la plata («la pieza más currada») y el dibujo con valor artístico. El tagger «tiene ganas de echar la meadita», dicen refiriéndose a aquel que quiere marcar territorio.
En Palma se calcula que hay un centenar de grafiteros pero también hay turistas grafiteros que vienen aquí a pintar: «Existe el turista del grafiti». Ellos destacan los nombres de ‘Chin', «una chica muy conocida de Barcelona» que se deja ver por Palma, o el mallorquín ‘Disoh', «de los mejores de la Isla. Fue contratado por Netflix para el rodaje de la serie de Adam Sandler que se rodó aquí hace unas semanas».
Y luego está ‘Older', uno de los grafiteros más perseguidos y criticados entre el colectivo. Es el autor de la pintada de la estación del tren de Sóller y fue pillado in fraganti. «Le va a caer una buena. Es algo que nunca haríamos. El patrimonio histórico no se toca», explican los grafiteros entrevistados, que también denuncian las pintadas en la muralla de Palma. «Hay que ser tonto: si te pillan te cae un paquete. Aquí pagan justos por pecadores», añaden.
Colaboración
Mientras tanto, la regidora de Infraestructures i Accesibilitat, Angélica Pastor, presentó este viernes junto al alcalde de Palma, José Hila, la campaña de limpieza de grafitis. La concejala está en contacto con colectivos grafiteros de la ciudad. «Estamos trabajando con ellos, les lanzamos propuestas de trabajo que estamos programando, sobre todo para la concienciación y adecentar poner chulos espacios urbanos. Tratamos establecer diálogo y hacerlos protagonistas de la causa contra el vandalismo».
Cort apuesta por «trabajar con ellos para mostrar su arte de manera más permanente o efímera, tenemos unos cuantos proyectos. Les hemos propuesto que se involucren como activistas contra el vandalismo y las pintadas que no son arte urbano». Espacios de encuentro, de coloquio y exposición son algunas propuestas municipales.
Artistas de fuera pintan obras reputadas en la Isla
No tienen constancia de la llegada a la Isla de Bansky, el artista urbano más cotizado del mundo. Sin embargo, un paseo con grafiteros desentraña esta maraña de pintadas, muchas de ellas vandálicas o simples esbozos de iniciados. Pero hay algunas que son de artistas valorados en el sector que en otros países exponen en galerías de arte y cuyas obras se cotizan a 5.000 euros la unidad. «Aquí está el quillo» que hace pintadas vandálicas pero también «el señor de sesenta años que ha expuesto en museos». La galería 2B de Portals, ponen de ejemplo, está comprando obras de muralistas artísticos.