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La larga historia de un agujero

Fidel Canales en su taller de la plaza Serralta, un local que es su vida. | M.A. CAÑELLAS/P. BOTA

| Palma |

Esta es la historia de un agujero. De cómo se abrió antes de la pandemia para arreglar una bajante, de los estragos del virus que dejaron la obra sin terminar y de cómo un hombre de 84 años, incombustible y tenaz, recurrió a Anna Moilanen, defensora de la Ciudadanía, para cerrar el boquete.

«No es competencia nuestra pero me incumbe», cuenta Moilanen. Lo que no evitó que la defensora se arremangara para levantar teléfonos, mediar entre las partes, subirse a la escalera para comprobar la obra y, ya que estaba allí, «se puso a barrer los restos de la obra», revela entre carcajadas Fidel Canales.

Este vecino de la plaza Serralta presume de años, de una actividad frenética y de garaje donde pasa las horas. «El 12 de junio del año pasado hicieron obras en la finca donde está el garaje para solucionar un problema de pérdida de aguas en las bajantes que pasaban por mi local. La obra se terminó pero en mi local no se finalizaron los trabajos y me quedaron restos de escombros», cuenta Canales.

El boquete de la discordia.

Tras lanzar protestas a los vecinos e intentar contactar con la administradora de fincas de manera infructuosa, decidió recurrir a la Defensora de la Ciudadanía el 3 de agosto. «Al ver la avanzada edad del interesado, decidimos abrir un expediente de mediación y asesoramiento para intervenir entre las partes», dice Moilanen.

Durante semanas intentó contactar con la administración de fincas pero el virus había hecho mella en la empresa. Y Canales, con una pírrica pensión y los hijos fuera, siguió protestando por la obra inacabada en el garaje donde pasa tantas horas y recuerda sus tiempos de ingeniero electromecánico.

La defensora hizo un último intento, que dio sus frutos. «Si hubo acuerdo es porque las dos partes han querido», dice Moilanen. Cada día se encuentra con «casos que esconden detrás un drama personal», dice desde su oficina, donde cuenta con una reveladora caja de pañuelos para las visitas. La semana pasada Moilanen acudió a la plaza Serralta para poner fin a la obra. Con la presidenta de la comunidad, la empresa administradora de fincas y el albañil, que aún se estaba recuperando de una operación. Un ayudante remató la faena ocho meses después de abrirse. Ahora Canales sigue trasteando en su garaje. «Hoy tengo curso de informática y mañana tengo una charla sobre el 5G», dice feliz, para quien cerrar un pequeño boquete ha sido un gran triunfo.

La defensora de la Ciudadanía, Anna Moilanen.
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