El presidente de la Generalitat, Quim Torra, ha sido inhabilitado este lunes después de que el Tribunal Supremo haya ratificado la sentencia del Tribunal Superior de Justícia de Catalunya (TSJC), y se convierte así en el primer presidente catalán inhabilitado en el ejercicio del cargo desde la restauración de la democracia.
Torra deja de ser presidente dos años y cuatro meses después de ascender al cargo en una investidura convulsa, ya que el plan inicial de su formación era investir de nuevo a Carles Puigdemont y, tras varias intentonas con diversos candidatos, se acabó erigiendo como el sustituto del expresidente.
Torra se convierte en el segundo presidente de la Generalitat inhabilitado en año y medio después de que el expresidente Artur Mas fuera inhabilitado el 5 de febrero de 2019 --ya no ocupaba el cargo-- por impulsar la consulta ciudadana del 9 de noviembre de 2014; el tercero consecutivo en acabar en los juzgados, tras el propio Mas y Puigdemont, y el segundo consecutivo en ser destituido del cargo en vez de perderlo en unas elecciones o dejarlo por decisión propia.
Puigdemont fue cesado en aplicación del 155 por parte del Gobierno de Mariano Rajoy, mientras que Torra es destituido al ser inhabilitado por no retirar, en el plazo indicado por la Junta Electoral Central (JEC), una pancarta que pedía la libertad de los presos soberanistas que colgaba del balcón del Palau de la Generalitat durante la campaña electoral, y que acabó quitando pero fuera del plazo.
Leal a Puigdemont
Pese a haber estado siempre vinculado al independentismo, el presidente ahora inhabilitado no se incorporó a la política institucional hasta las elecciones del 21 de diciembre de 2017, tras el 1-O y el artículo 155, cuando se integró como independiente y como número 11 por Barcelona en la lista de JxCat liderada por Puigdemont.
Tras las investiduras fallidas de Puigdemont, Jordi Sànchez y Jordi Turull, su nombre empezó a sonar como posible candidato a la Presidencia, hasta que el mismo Puigdemont lo designó como sucesor y fue investido el 14 de mayo de 2018.
Torra siempre ha mostrado su lealtad al expresidente, sobre el que ha dicho que contrasta opiniones con él antes de tomar decisiones, como la de no convocar elecciones antes de su inhabilitación --Puigdemont dijo haber comentado con Torra el asunto en una conversación en la que le trasladó que él no era partidario--.
De hecho, siempre ha considerado que su predecesor es el presidente legítimo, como dejó patente en sus primeras palabras del discurso de investidura donde aclaró que se consideraba un presidente provisional hasta poder investir de nuevo a Puigdemont.
Entonces, dijo: «Yo no tendría que estar aquí, no tendría que estar haciendo este discurso ni pedir la confianza de la Cámara. Hoy tendría que estar el Molt Honorable President Puigdemont», aunque a medida que ha avanzado la legislatura no ha aludido tanto a restituir la Presidencia de Puigdemont, pese a mantener una estrecha relación con reuniones frecuentes en Waterloo (Bélgica).
Artículos polémicos del pasado
El 131 presidente de la Generalitat había ocupado el cargo de presidente de Òmnium tras la muerte de su antecesora, Muriel Casals, y su elección certificaba de nuevo que haber presidido una de las dos entidades independentistas se ha convertido en los últimos años en un trampolín hacia la política activa.
Licenciado en Derecho por la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), trabajó durante años en la empresa privada antes de trasladarse a Suiza, donde fue ejecutivo de una compañía aseguradora dos años, y regresó a Catalunya para dedicarse al articulismo y al ensayo político.
Algunos de sus artículos publicados antes de ser presidente han sido objeto de polémica, como el titulado La llengua i les bèsties en el que Torra decía: «Ahora miras a tu país y vuelves a ver hablar a las bestias (...) bestias con forma humana que igualmente supuran odio. Un odio perturbado, nauseabundo, como de dentadura postiza con moho, contra todo lo que representa la lengua», por el que grupos de la oposición como Cs y el PP siempre lo han tachado de supremacista.
Entre el diálogo y la confrontación
Su llegada a la Presidencia comenzó con el primer choque con el Gobierno central: el nombramiento de algunos de los presos del 1-O como consellers, que finalmente acabó sustituyendo, lo que permitió que se levantara el 155 y Catalunya recuperara su autogobierno.
Desde que llegó al cargo, expresó que su prioridad era hacer efectiva la independencia de Catalunya y llegó a plantear que habría otro 'momentum' para que el soberanismo lograra con éxito la república, pero su mandato ha estado marcado por las diferencias estratégicas, las divisiones constantes entre los dos socios del Govern --JxCat y ERC-- y la discusión dentro del independentismo sobre optar por la confrontación o por el diálogo con el Estado.
Pese a haberse mostrado siempre muy reticente a dialogar con el Gobierno, Torra se reunió con el presidente del Ejecutivo central, Pedro Sánchez, por primera vez en diciembre de 2018 en el Palau de Pedralbes, lo que suponía el restablecimiento de las relaciones entre la Generalitat y el Gobierno después de los hechos de 2017, aunque ese intento de diálogo acabó fracasando.
Más tarde, en febrero de 2020 Sánchez se convirtió en el primer presidente del Gobierno en acudir a la Generalitat desde José Luis Rodríguez Zapatero en 2007, y ambos lideraron la primera y única reunión de la mesa de diálogo sobre el conflicto catalán, que ERC y el PSOE pactaron por la investidura de Sánchez, y que Torra acabó asumiendo pese a su escepticismo inicial.
Estas muestras de diálogo se han ido alternando durante su mandato con llamadas a la confrontación con el Estado y, tras la sentencia del 1-O, llegó a proponer en el Parlament hacer un referéndum de autodeterminación en esta legislatura, una propuesta que hizo sin consultarlo con el resto del Govern ni con JxCat y que no obtuvo ningún respaldo.
Govern dividido
Sin embargo, el momento cumbre de la división entre JxCat y ERC se produjo el 29 de enero, cuando Torra perdió el acta de diputado después de que el Tribunal Supremo avalara la decisión de la Junta Electoral Central (JEC) de retirarle el escaño por su inhabilitación, y acusó a ERC de falta de lealtad, por lo que anunció que convocaría elecciones después de que se aprobasen los Presupuestos de la Generalitat de 2020.
Desde aquel momento han pasado siete meses y, aunque las cuentas se aprobaron en abril, la firma de una convocatoria electoral no ha llegado a producirse porque la pandemia del coronavirus ha supuesto un cambio en sus prioridades y su preocupación ha sido la lucha contra la crisis provocada por el Covid-19, según ha manifestado en los últimos meses.
De hecho, la gestión del coronavirus ha sido uno de los principales retos que ha tenido su mandato y ha pasado de criticar la gestión que hizo el Gobierno durante la declaración del estado de alarma y reclamar el retorno de las competencias de la Generalitat a encabezar la gestión posterior al confinamiento, que no ha estado exenta de polémicas.
Al igual que el resto de su Presidencia, el tramo final de su cargo también ha quedado marcado por la desunión entre el independentismo y, especialmente, entre JxCat y ERC, en este caso sobre cómo responder a su inhabilitación.
Como ya ocurrió con la sentencia del 1-O, el fallo que ratifica su inhabilitación también ha llegado sin acuerdo entre los socios del Govern --ERC pedía convocar elecciones antes de quedar suspendido y JxCat lo rechazaba-- y abre un escenario lleno de incertidumbres con el Ejecutivo catalán en funciones.