Pocas visitas de un mandatario extranjero a Mallorca han sido tan esperpénticas como la que protagonizó el coronel Gadafi en diciembre de 1984, en concreto los días 19 y 20 del mes de diciembre. Para suplir el escaso despliegue policial por parte de España, el autodenominado líder de la revolución libia llenó de guardaespaldas su residencia temporal en la Isla: 54 habitaciones del lujoso hotel Son Vida.
Muamar Gadafi no instaló su estrafalaria jaima en el golf del Son Vida, pero sus agentes no tenían ningún recato en mostrar sus pistolas y metralletas ante el asombro de los agentes españoles, poco habituados entonces a tanto alarde. Para sentirse como en casa, Gadafi vino a Mallorca, en principio invitado por el canciller austríaco Bruno Kreisky, acompañado de una de sus esposas y dos de sus hijos, además de un hermano.
El político austríaco, con residencia propia en la Costa den Blanes, fue el que propició el encuentro con el presidente español Felipe González, que llegó por sorpresa para reunirse a media tarde en una mansión de Santa Ponça propiedad de la familia Nigorra. Gadafi, González y Kreisky estuvieron reunidos por espacio de tres horas, un encuentro que se prolongó durante la cena. Los periodistas esperaron en la puerta para dar testimonio de una cita que los medios no dudaron en calificar entonces de 'histórica'.
Al término de la reunión, el presidente español calificó la entrevista con Gadafi de «encuentro de carácter privado» en el que se había repasado la situación internacional, y, como no, los temas bilaterales, en especial el apoyo del régimen libio a ETA y al Frente Polisario.
González, un tanto esquivo ante la prensa, admitió que la cita mallorquina con Gadafi no debía haber caído muy bien en la administración norteamericana, aunque se mostró dispuesto a visitar Trípoli. Al final no lo hizo nunca.