El precio medio de la vivienda en Baleares bate todos los récords históricos y ronda este mes de julio los 5.000 euros el metro cuadrado. La situación de los alquileres no es mucho mejor. Los inquilinos pagan de media 1.641 euros a los propietarios de sus viviendas, a sabiendas de que si no hay un cambio profundo en el sistema, la cifra se irá engrosando a medida que pasen los años.
La crisis de la vivienda es tan profunda que no solo afecta a la clase baja. La clase media (en vías de extinción en las Islas) tampoco puede hacer frente al elevado coste de vida. Eso explica por qué algunos docentes y sanitarios se ven abocados a vivir en caravanas en Ibiza y Formentera y mientras Mallorca mira de reojo a las pitiusas sabiendo la que le puede venir.
El problema es más complejo de lo que parece, conseguir un lugar digno para residir en Baleares no solo es caro sino difícil. En los últimos años la oferta de alquiler ha disminuido en la medida que los propietarios se han pasado al mercado del alquiler turístico y al negocio del alquiler de habitaciones.
Hace ahora un año la Conselleria d’Educació estableció las bases para que los docentes puedan cobrar un complemento económico en destinos calificados de difícil y muy difícil cobertura. Los profesores que ocupan plazas de muy difícil cobertura han estado percibiendo en el curso 2024-2025 un complemento mensual de 300 euros que se incrementará hasta los 400 euros a partir del próximo curso. A partir de septiembre el profesorado destinado a Ibiza recibirá también un complemento mensual de 200 euros y el de Menorca de 100 euros mensuales. La medida supone una inversión de más de 18 millones de euros por curso que saldrán del presupuesto de la Comunidad Autónoma. Según las estimaciones del Govern «beneficiará a 3.700 docentes de Baleares».
¿Pagar más para financiar la subida de los alquileres es una medida realmente sostenible? ¿No sería más razonable garantizar viviendas asequibles que garantizar el acceso a viviendas que se alquilan a precios inflados? Lo cierto es que hubo una época en la que las nuevas escuelas de Baleares se construían con viviendas para sus docentes. ¿Qué ha sido de aquellas casas?
Viajemos atrás en el tiempo hasta dar con el boom de la construcción de los grupos escolares en España (entre 1869 y 1970). A finales de los años sesenta los docentes de las Islas eran ya insuficientes para cubrir la demanda y fue necesario incentivar la llegada de profesores desde la Península. Las llamadas cases dels mestres fueron claves en ese proceso.
Pedro Ballester (don Pedro para sus alumnos) fue uno de esos maestros que pusieron rumbo a Mallorca a principios de los años sesenta para dar clase a los niños y niñas que vivían en Baleares. «Yo entonces trabajaba como maestro en Valencia y pedí el traslado a Mallorca, solicité Calvià o Inca y finalmente llegué a Inca en 1965 con muchas ganas de trabajar. Entonces los ayuntamientos de toda España tenían interés en hacer viviendas para maestros, igual que hacían para la Guardia Civil, porque éramos quienes íbamos a los pueblos. En Valencia ya vivíamos en una de esas casas. Nos instalamos en las cases dels mestres de Inca y encontramos buenos amigos. Entonces mi mujer Mari Carmen y yo teníamos ya tres hijos y aquí tuvimos tres más. Al principio éramos pocos los maestros que vivíamos allí, porque una parte del profesorado eran mallorquines y ya tenían casa, pero algunos la empleaban para echar la siesta o ir a comer. Poco a poco se fueron adjudicando. Los profesores que convivíamos en el bloque hicimos un buen equipo», recuerda.
Conseguir una nueva escuela para Inca, con las necesarias viviendas para sus profesores no fue tarea fácil. En agosto de 1910 el entonces alcalde de Inca Antoni Mateu Ferrer dejó la ciudad rumbo a Madrid para pedir por primera vez al Gobierno que edificara en la capital del Raiguer una Escuela Graduada y un complejo de viviendas para dar cabida a los nuevos maestros. Necesitó varios intentos para conseguirlo.
Tras varias visitas infructuosas en 1954 el Ajuntament acordó finalmente emprender la tarea «importante e inaplazable» de dotar la población de un grupo escolar de 12 grados (seis para niñas y seis para niños) y de un bloque de 14 viviendas-chalets para los docentes que impartirían las clases. Las obras comenzaron cinco años después haciendo coincidir la colocación de la primera piedra con la celebración del Dijous Bo del año 1959. Se invirtieron casi cinco millones de pesetas (30.000 euros) que cofinanciaron el Ajuntament y el Gobierno de España.
El resultado fue la construcción de una escuela de doce módulos y una promoción de 14 viviendas de tipo chalet para alojar a los maestros ubicada justo enfrente. El centro educativo, en el que se formaron mayoritariamente los hijos de los peninsulares llegados a Mallorca para trabajar en las plantas turísticas, en las minas y las fábricas de calzado, pero también la prole de aquellos profesores pioneros, es conocido hoy como el Colegio Llevant d’Inca. La escuela sigue manteniendo su función docente, pero ¿qué fue de aquellas casas dels mestres?
«Se dejaron de usar a finales de los años 90 porque tenían aluminosis. Es una enfermedad del cemento aluminado que se oxida en contacto con la humedad y se hunde. Empezó a verse en las plantas bajas. Recuerdo que avisé y vino un aparejador y nos echaron. No se puede ir uno si no tiene casa, pero aquí entonces se encontraba casa y por suerte pudimos comprar», recuerda don Pedro.
Al cabo de unos meses el Ajuntament d’Inca llegó a un acuerdo con el Govern para derribar el complejo de chalets y construir en el solar viviendas públicas de protección oficial, pero en solo unos meses cambió el proyecto inicial de derribo y construcción por un proyecto de rehabilitación integral que sorprendió a todos, sabiendo de los problemas de aluminosis que tenía el complejo. De la rehabilitación de las casas primitivas se obtuvieron 14 viviendas de protección oficial. Ninguna se entregó en régimen de alquiler, todas se vendieron a precio tasado a familias de clase baja, las únicas que cumplían con los requisitos.
«Después de la rehabilitación pude ver las casas y son preciosas. La aluminosis fue fácil de arreglar y el Ajuntament no se gastó ni un duro en las obras, el Ibavi se hizo cargo de todo», relata el profesor Pedro Ballester, jubilado ya desde hace años.
Don Pedro, observa con tristeza los cambios que se han producido en la sociedad y en el mundo educativo, desde que se vendieron aquellas 14 casas. «La profesión del maestro es imprescindible, incluso ahora más que antes. La administración tiene que garantizar una educación pública de calidad, un lugar donde comer y un lugar donde dormir, son necesidades básicas», concluye.
El recuerdo de aquellas cases dels mestres de Inca quedó grabado en las crónicas de una época en la que ya se primaban el aislamiento térmico y las vistas: «Todas las edificaciones gozan de las mismas ventajas climatológicas y panorámicas en un lugar en alto, abierto al aire y el sol. Los chalets ocupan una superficie de 2.100 metros cuadrados con 31 metros de fachada jardín... Las viviendas de la planta baja -todas según proyecto del arquitecto D.José Barceló- disponen de vestíbulo, despacho, comedor, sala de estar, cocina, despensa, galería, tres dormitorios espaciosos y cuarto de aseo. Las viviendas del piso disponen de un dormitorio menos». Con estas palabras describía José Maria Grau Montaner las excelencias de aquellas casas en una crónica de la época. Tal vez buceando por los anuncios inmobiliarios de venta de viviendas en Baleares, puedan dar ustedes con alguna de ellas...
ZurimacuecanoEs la diferencia entre no prometer y hacer, y prometer y no hacer.