A sus cincuenta años, Catalina Cabrer González es, probablemente, la más técnica de los consellers y conselleras del Govern. Y la menos política. Es licenciada en Derecho por la Universidad de las Illes Balears (UIB), además de máster universitario en Dirección y Gestión de Recursos Humanos por La Universidad a Distancia de Madrid (UDIMA) y en su caso se puede afirmar, sin temor a equivocarse, que de casta le viene al galgo.
Su padre, Bartolomé Cabrer, fue conseller de Sanidad en la época de Gabriel Cañellas y su hermana, Mabel Cabrer, fue también consellera en la convulsa legislatura final de Jaume Matas. Toni Vera, conseller d’Educació, es su bien avenido excuñado. Antes de su entrada en política, ejerció la abogacía en el despacho Cuatrecasas y fue miembro de la asesoría jurídica interna de Barceló Corporación Empresarial.
En 2005 fue nombrada responsable del Departamento Jurídico y de Recursos Humanos de Palia Hotels y posteriormente fundó su propio despacho especializado en jurisdicción civil y laboral. Además, formó parte del cuerpo de mediadores del Tribunal de Arbitraje y Mediación de las Illes Balears (TAMIB).
No es del clan más próximo a Marga Prohens, aunque no hay que olvidar que la presidenta fue portavoz adjunta con su hermana en el Parlament. Cuentan que el trabajo es la debilidad de Catalina y que como directora general y secretaria autonómica de Treball era la primera en llegar a la oficina y la última en marcharse.
Una pasión que no padecen todos los políticos. La remodelación ha confirmado que los Cabrer son una especie de senadores romanos, cuya estirpe se perpetúa a través de los tiempos. Alea iacta est.
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