No siempre han existido los ricos. Hubo un tiempo en que los antiguos pobladores de Mallorca vivían en comunidad y tomaban juntos decisiones de tipo ideológico. No fue hasta la llegada de las conolonizaciones de orden púnico, cuando se empezaron a configurar los sistemas de valor que dieron lugar a las primeras élites. Unas casas empezaron a destacar sobre las otras construyendo un nuevo modelo urbano que desde entonces no ha hecho sino agudizar las diferencias. La desigualdad alimentó los conflictos y cambiaron el estilo de vida y la manera de pensar. De las peleas surgen las murallas, físicas y mentales.
La huella de esa transformación urbanística y social quedó grabada a fuego en el yacimiento de Son Fornés (Montuïri), el único de Mallorca que cuenta con un Plan continuo de excavación que se prolonga ya 50 años y que presume de tener el talayot más grande de la Isla, de 71 metros de diámetro y casi 3,5 metros de altura.
Al frente de los trabajos están Vicente Llull, Rafael Micó y Cristina Rihuete, que recibieron el Premio Nacional de Arqueología por su proyecto de reconstrucción de la dinámica social, económica y ecológica de las sociedades que habitaban la Cuenca Occidental del Mediterráneo en la prehistoria tardía, entre el III y el I milenio antes de Cristo. A ellos se ha unido más recientemente Beatriu Palomar.
El premio nacional llegó por su trabajo en La Almoloya (Murcia) donde el grupo de investigación Arqueología Social Mediterránea (ASOME) siguió las huellas de una misteriosa civilización guerrera que dejó grandes construcciones monumentales. Estaba organizada jerárquicamente y vivió durante la Edad de Bronce en la Península Ibérica. Ha sido portada de la revista National Geographic.
¿Puede Son Fornés deparar un nuevo premio nacional, el primero de este nivel en Mallorca? Para eso algo tendría que cambiar. «En 50 años hemos realizado, no sin dificultades, 17 campañas arqueológicas y 12 de restauración, pero Baleares carece de un programa estratégico de excavaciones entendiéndolas en toda su dimensión, desde el proceso de excavación al de análisis, difusión y exposición¡. Creo que este es un yacimiento maltratado por las instituciones», lamenta Llull.
El poblado es el único prehistórico de Mallorca que cuenta con un museo monográfico propio. El yacimiento se puede visitar gratis todo el año. «Es una perla a todos los niveles y aún nos depara grandes sorpresas, pero falta que las instituciones de Baleares cumplan con su obligación patrimonial. El poblado crece enormemente y es su obligación no solo invertir en excavarlo y restaurarlo, también hay que garantizar su conservación», dice el experto, descompuesto al ver cómo la maleza se come el trabajo realizado en las campañas anteriores y ralentiza los avances.
Llull explica que «Son Fornés tiene algo que no tienen los yacimientos, que es su extensión a lo largo del tiempo. Atraviesa todas las culturas, prehistórica, romana, medieval… y tenemos evidencias de todas esas épocas; sin duda reúne las condiciones para un premio nacional». «Los yacimientos de Murcia han dado más frutos porque desde el 2008 hemos podido excavar en extensión», dice.
Todo indica que se retrasará la inauguración del nuevo museo que ocupará unas viejas casas de la finca de Son Fornés, ahora rehabilitadas y que tenía que abrir sus puertas previsiblemente en 2025. Permitirá ampliar la zona de exposición e incorporará un auditorio y laboratorios de investigación. «Parece que se retrasa y estamos preocupados porque siempre todo es cuestión de dinero y coincido en que el dinero se tiene que gastar correctamente, pero es escaso si viene de las instituciones de Baleares. Si comparamos la aportación que en estos cincuenta años han realizado la Universidad Autónoma de Barcelona y el Ajuntament de Montuïri para que el proyecto salga adelante, con la aportación del resto de instituciones de Baleares da risa», lamenta Llull.
Los últimos hallazgos revelan un poblado con una dimensión de cerca de 3 hectáreas del que hasta ahora se ha excavado un 15 %. El objetivo es que al final de esta campaña se explore el 50 %, pero explorar no es lo mismo que excavar. El arqueólogo pone en valor la capacidad de Son Fornés para atraer al público, no solo científico y universirario sino de cultura popular porque contiene la historia de Mallorca.
«Nos cuenta cómo cambian las sociedades, qué elementos hacen que pase de ser de una manera a otra… En la zona más antigua vemos una sociedad comunal sin propiedad privada con edificios públicos y en la que se celebraban asambleas de tipo ideológico. Se reunían en torno a los talayots para tomar decisiones. Con las colonizaciones de orden púnico y feniciopúnicas se obtienen sistemas de valor, capacidades de compra, y las gentes empiezan a configurar una especie de élites. Lo sabemos porque unas casas destacan sobre las otras. Es un puente que lleva a la colonización romana con grandes diferencias en grandes unidades de vivienda. El espacio se especializa y aumenta, pero solo para la élite. Vemos en el yacimiento el paso del sentimiento comunitario al esclavismo, luego la caída social con los conflictos de unos contra otros (romanos y púnicos). Baleares entra entonces en un panorama global en el que el conflicto está asegurado y se construyen murallas. Vemos cómo cambian el estilo de vida y la forma de pesar, es como un libro que vamos desempolvando que nos dice, por ejemplo, que no siempre ha habido ricos, que los ha habido en un momento determinado. Desempolvamos las hojas de los libros que nadie había escrito», reflexiona.
¿Qué nos depara el futuro en Son Fornés? «Ahora estamos viendo cómo evoluciona la estructura urbanística con enormes sorpresas arquitectónicas. Sabemos que en la época postalayótica Son Fornés llegó a tener una gran magnitud en la Isla. Fue un nudo de comunicaciones necesario que tenían que atravesar quienes iban de norte a sur y de este a oeste. El yacimiento crece de una manera tan grande que yo ya no lo voy a ver», sentencia.
Cuando por primera vez hace 50 años Llull pisó Son Fornés, apenas se veía un trozo de un talayot. «En el 81 ya teníamos dos talayots y varias habitaciones y nos fuimos metiendo desde la perfilería del poblado. A medida que íbamos hacia dentro fuimos viendo su magnitud global», recuerda.
De la campaña de este 2025 el arqueólogo avanza que «tenemos mansiones de época púnica y romana descomunales. Estamos volando con dron y haciendo la planimetría y cada día nos asombramos. Tenemos una habitación de 20 metros de largo por 16 de ancho rodeada de otras dependencias… Para conocer su función hay que excavarla. Gracias a la Universidad Autónoma y al Ajuntament de Montuïri estamos entrando donde nunca nos habíamos metido, llegando al lugar donde la riqueza es más espectacular», concluye.
MoixetaConmigo de hubiese enfadado molt sa encarregada