La ensaimada, la sobrasada, el siurell o las perlas y objetos de artesanía del vidrio son los típicos souvenirs de Mallorca que forman parte del imaginario colectivo. Miles de turistas regresan a sus países o domicilios con alguno de estos objetos en su equipaje, bien para consumo o uso personal o como regalo para amigos o familiares dada la singularidad y la fama de algunos de esos productos en los que se mezclan gastronomía y tradición, además de industrias arreladas en la Isla y muy localizadas.
Otros tópicos nos llevan a souvenirs de toda la vida, de los que se pueden adquirir en los establecimientos tradicionales de zonas como la Seu, casco antiguo o Playa de Palma y otros puntos turísticos de Mallorca. Camisetas, gorras, imanes de nevera... la lista resulta interminable.
Pero las renovadas tendencias y la idea de recuperar costumbres pretéritas ha abierto el espectro a nuevos formatos de souvenir entre los que uno ha ganado terreno y popularidad, especialmente entre los más jóvenes. La tradicional roba de llengües ha pasado de ser un elemento decorativo habitual en los hogares a ofrecer numerosas versiones y alternativas que, por su singularidad y la versatilidad que posee, elevan su atractivo a la hora de elaborar diferentes productos y convertirse en tendencia... incluso de moda.
La roba de llengües es un claro ejemplo del producto artesano que logró reinventarse sin perder un ápice de su esencia artesanal. Esta tradicional tela, habitual en la decoración del interior de las casas mallorquinas, ha explotado en diferentes campos, ofreciendo diseños y colores que dan forma a su sabor mediterráneo y ha alcanzado incluso a revistas de moda y decoración, que se han hecho eco de su singularidad, belleza y originalidad.
Su nombre hace referencia a los diseños que simulan llamas o lenguas de fuego que tendrían su origen en el ikat oriental, una técnica en la que el hilo se tiñe antes de tejerse. Una técnica que llegó a Europa a través de la Ruta de la Seda. Más adelante, durante la Revolución Francesa, diferentes artesanos se refugiaron en Mallorca, importando este método de trabajo que se ha mantenido intacto para ganar peso con los años.
Desde el siglo XVIII hay referencias en Mallorca de esas lenguas de seda mallorquinas tapizando muebles o ejerciendo como revestimiento de paredes en grandes casas señoriales. A principios del XIX se extendió su uso en las construcciones de ciudad y campo, cuando se inició su elaboración en tejidos de algodón.
La roba de llengües usaba principalmente en cortinas, paredes, puertas, ventanas, sillas, butacas y camas, y tras unos años en silencio, ha emergido para ser tendencia, de la mano de artesanos que han sabido darle una nueva dimensión para ser base de pulseras, brazaletes, bisutería, sillas de terraza o playa, sombreros, bolsos, alpargatas o vestidos.