Según las cifras oficiales de la Conselleria de Medi Ambient el número de personas que visitan cada año el parque natural de la Albufera de Muro está estabilizado en torno a 100.000 personas, aunque los expertos llevan tiempo advirtiendo de un aumento del número de excursionistas que evitan pasar por su centro de recepción escapando así al control estadístico y del impacto humano sobre el medio.
La Albufera que visitamos hoy poco tiene que ver con la de antes del boom turístico. Aquel humedal, que maravillaba a los ornitólogos británicos que venían ex profeso a Mallorca para disfrutar de su avifauna, fue a la vez motor económico de la comarca. Además de servir para el cultivo del famoso arrós bombeta, una actividad hoy prácticamente extinguida en la zona, el humedal lideró la industria de la fabricación del papel en Mallorca durante prácticamente un siglo.
El Centro de Visitantes de sa Roca, hoy puerta principal de entrada al Parque Natural de s’Albufera, se edificó sobre los restos de una antigua fábrica papelera inaugurada en 1875 y que funcionó prácticamente hasta el los años 60 cuando sus últimos propietarios (la familia Gual de Torrella) vieron que la venta y desecación del humedal para construir chalets y hoteles podía ser mucho más rentable.
«Hubo un intento de vender todo para hacer chalets y hoteles. En la zona de Alcúdia la operación urbanística funcionó y se intentaba hacer lo mismo en la zona de s’Oberta y en la Playa de Muro. Si la Albufera no la hubiera comprado el Govern ahora estaría totalmente urbanizada», afirma Pere Perelló, investigador y archivero municipal de sa Pobla.
Pese a los planes frustrados de urbanización, la actividad papelera siguió funcionando unos años hasta su cierre definitivo. «En Mallorca, a medida que avanza el turismo, todas las industrias cierran en este caso probablemente porque los sueldos eran mejores, los horarios más flexibles y trabajar en el campo con el agua al cuello cogiendo cañizo es muy duro», recuerda el experto. Es una problemática que conocen bien los empresarios de unas Islas en las que aún hoy faltan profesionales especializados como electricistas y carpinteros, pero también profesores y sanitarios.
Cuando la fábrica de papel de la Albufera echó definitivamente el cierre, el edificio quedó abandonado y en ruinas hasta que con la declaración del Parque Natural en 1988 las autoridades apostaron por reconstruir los dos extremos de la factoría y convertirlos en centro de recepción de visitantes. Está abierto todos los días de 9:00 a 16:00 horas, excepto el 24 y el 31 de diciembre.
«En diferentes épocas hubo tres entidades con su propia fábrica de papel en lo que hoy es el Parque Natural de la Albufera. Funcionaban con tecnología de vapor, utilizando el agua para mover la maquinaria y aprovechaban el abundante cañizo para elaborar papel. Battelman cargaba un barco lleno de carbón rumbo a Mallorca para desecar la Albufera y regresaba a Londres cargado de cañizo. Con él se hacía papel de estraza, un tipo de papel con el que en los años 50, 60 y 70 se hacía un cucurucho de acabado rugoso con el que los comerciantes envolvían el producto fresco. Con el paso de los años se construyó la factoría y se comenzó a producir aquí», dice el archivero de sa Pobla.
John Frederic Bateman, de la New Majorca Land Company, fue el ingeniero a cargo de la desecación de la Albufera. En noviembre de 1870 finalizaron las obras para desecar el humedal que costaron 17,5 millones de pesetas según la compañía. Un año después el Ministerio de Fomento de España otorgó a los británicos la propiedad de la Albufera.
La primera fábrica de papel funcionó inicialmente al mando de Bateman y posteriormente otro de los tres ingenieros de la New Majorca Land Company (E.Waring) se hizo cargo del negocio. Finalmente en el año 1896 la familia Gual de Torrella acabó comprando toda la finca. «En 1939 llega capital italiano y se funda Celulosa Hispánica. Cambia la empresa y la forma de producir», relata el archivero de sa Pobla. Recuerda que «cuando se cerró la fábrica había unas 25 personas en nómina».