Leonardo Padura (La Habana, 1965) llegó a Palma tras una semana en Alemania en presentación de su último libro, ‘Ir a la Habana’. Anda con ganas de volver a su ciudad. Antes, inauguró en la Facultad de Derecho de la UIB el Seminario Literatura i Dret con la conferencia ‘Realidad real y realidad ficticia’.
¿Realidad ficticia no es una contradicción?
— La realidad que vemos, que leemos se puede convertir en materia novelesca, que es una realidad ficticia. El problema es que entre la realidad real y la ficticia hay un elemento que se ha complejizado que es la percepción de la verdad. Los intereses que están detrás de la información han hecho que se complique mucho ese sistema que debería tener una coherencia lineal. Se habla de una posverdad y me parece una barbaridad social que no tengamos la certeza de que algo haya ocurrido en la realidad.
¿La ficción es más atractiva y coherente que la realidad?
— La novela es un acto de ficción e implica una elaboración, una selección de la realidad con un sentido dramático. Puede ser más atractiva, más coherente e incluso más real que la realidad que hemos podido observar. Hay una literatura capaz de expresar la realidad de una época de una forma que los textos históricos no consiguen.
En ‘Ir a La Habana’ una de las claves es la decadencia de la ciudad.
— La Habana ha sufrido un proceso de decadencia física que también está implicando un proceso de decandencia espiritual. Una ciudad son también las personas que habitan esos edificios y en los dos sentidos ha habido esa decadencia, que se ve muy bien en la literatura esa deconstrucción de la ciudad. Tiene que ver con la falta de cuidado, de inversiones, con la falta de las transformaciones que sufren todas las ciudades y, a veces, incluso para bien, no han ocurrido. La Habana se quedó detenida en el tiempo, eso que ha salvado parte de la ciudad, destruye otra.
¿Hay esperanza de revertir esa decadencia?
— De momento no la hay. Cuba está viviendo un momento muy complicado, en lo social y lo político. Está reclamando cambios que permitan sobre todo que la vida de las personas sea mucho mejor. La gente vive con estrategias de supervivencia que lo implican todo, desde la comida a los medicamentos que son complicados de conseguir. Eso crea una situación de agobio. La válvula de escape ha sido la migración. En tres años han salido 1,2 millones de cubanos del país. Es una cifra brutal que anuncia una catástrofe demográfica para el país y que no tiene freno. El freno va a ser que los países receptores cierren fronteras, en especial EE.UU.
La llegada de Trump en 2016 frustró el aperturismo hacia Cuba de Obama, ¿qué espera de las elecciones en EE.UU.?
— Yo creo que a Trump le costará trabajo jodernos más, porque nos jodió hasta el límite. Hubo un momento en que era imposible enviar remesas a Cuba. Trump fortaleció las medidas del bloqueo o el embargo y después Biden no las devolvió al punto que las había dejado Obama. Vamos a ver qué pasa, pero en el asunto migratorio incluso con una victoria demócrata no va a ser un buen momento. En EE.UU. se ha demonizado la inmigración. Oír hablar de campos de internamiento provoca escozor en la piel.
¿También se siente ajeno en parte en la ciudad?
— También es un proceso universal, mientras las ciudades evolucionan y envejecemos. Me apoyo de una percepción de Váquez Montalbán que hablaba del cambio de la Barcelona preolimplica y postolímmpica. El otro día andábamos por el barrio gótico y alguien me dijo: ahora huele a ketchup, son invasiones que van sufriendo las ciudades. En el caso de la Habana pasa lo mismo. Hay procesos que no tienen que ver con la ciudad en la que crecí y eso provoca un cierto extrañamiento. Donde había un edificio neoclásico hay un hotel de acero y vidrio y para mí es una bofetada.
Sin embargo, se queda en La Habana, ¿es una especie de exilio interior?
— Tengo una relación de dependencia cultural y personal con ese barrio, esa ciudad, esa casa. Es donde soy la persona que soy. Hace ya 15 años tengo la doble ciudadanía, no doble nacionalidad. Nacionalidad tengo una: Soy un escritor cubano y lo seguiré siendo siempre.
Está en una facultad de Derecho, ¿En Cuba se reprime con la ley?
— Venimos hablando de las protestas que hubo hace tres, cuatro años. Más que una fuerte represión policial fue judicial. Las condenas que se aplicaron a mucha gente fueron altas. La letra con sangre entra. La gente aprendió que protestar te puede llevar a un problema judicial muy complicado y ahora mismo con problemas mayores, ,por lo que sé hubo algunas pequeñas manifestaciones, pero no iguales.