Pide «un favor». Que ‘Juanito’, «mi compañero, mi hermano, mi siamés», asome con él en la fotografía de la entrevista. La conversación con Jaume Santandreu es en Can Gazá. Sobre la mesa, unas notas y un ejemplar de su último libro, Mon cor aflama estels. Apoelegies, que el obispo Sebastià Taltavull presentará el jueves 24, a las siete de la tarde, en la parroquia de Crist Rei de Manacor. Esto es algo que para él tiene una trascendencia «histórica». No es un libro de memorias pero su consulta será imprescindible para entender la trayectoria de este excura respondón que nunca se corta y que ha convertido en bandera poner el foco sobre la exclusión social.
Anota en su libro cuál sería su propio epitafio: «Intentó cambiar el mundo pero sólo consiguió que el mundo no le cambiara a él»
—Me han dado muchas hostias pero he sido el mismo de siempre. Ahora estoy viviendo una segunda infancia pero sé que me tengo que ir. Es una tontería saber que saldrás de viaje y no preparar la maleta. Quiero dejarlo todo preparado. Como no tengo nada material que dejar, no tengo ni una bicicleta a mi nombre, me dejo yo como soy.
Escribe que este es su primer libro blanco e inocente y que podría llevar un ‘nihil obstat’. ¿Lo escribió así porque lo presentará el obispo?
—No, no, el obispo no sabía de qué color era el libro, aceptó presentarlo sin haberlo leído. El día que se lo propuse y me dijo que sí sólo sabía que el libro era mío y que yo le pedía presentarlo en la parroquia de mi barrio. Hubiera podido decir que no.
¿Y por qué le parece tan importante que lo presente el obispo?
—Porque ese gesto es mucho más que presentar un libro. Lo que tiene suprema importancia, para mí es de lo más grande y profundo que pasará en la Iglesia en este último siglo, es que pondrá la cara por mí. Y que no lo hará en una conferencia, en un congreso o una mesa redonda sino en Manacor, donde he sido un maldito, donde mi familia ha sufrido. Es un gran regalo, el mejor que pueden hacerme. Es histórico, el obispo viene a presentar el libro a mi trinchera, allí donde yo nací. Es un acto de valentía supremo. Por eso tiene tanta importancia de cara a la reconciliación.
¿La reconciliación de quién con quién?
—Del obispo conmigo, de toda mi historia con la Iglesia. Tengo mucha historia con la iglesia, la he criticado mucho siempre que he querido, he ido contra los obispos, he sido cura, he salido de cura, me he casado con un hombre... No sé que puedo hacer más y el obispo lo sabe todo. Soy una especie de miembro de la ETA social . He luchado mucho, he sido una de las personas más críticas con la Iglesia. Y muchas veces con una crítica digamos salvaje y grosera. Siempre he tenido la defensa de decir que las palabras no son lo que son sino el lugar desde el que se dicen. Si te invitan a cenar, es cierto que no puedes insultar en la mesa a quien te invita, pero si te condenan a comer con los perros sí que puedes. Yo tenía licencia de insultar a todo cristo porque me habían condenado al basurero, pero eso no oculta que entre la basura no puedas aprender y reconocer tus errores. He insultado a todo cristo, pero la reconciliación es importante y ha llegado la hora.
¿De reconciliarse con la Iglesia?
—Y con más gente. Sé que hay muchas personas que han podido sentirse ofendidas y me gustaría reconciliarme. Con Pepe Carbonero, por ejemplo, que hizo tanto por los marginados. Me gustaría darle un abrazo. Y también a Biel Mayoral, Biel Mesquida, las señoras Feliú de sa Casa Llarga o Tomeu Català. Y, aunque seguramente no le llegará desde tan lejos como está, con Rafa Nadal.
¿Rafa Nadal el tenista?
—Sí, de él he dicho todas las pestes que he podido porque una vez me humilló mucho. Y desde entonces he hablado de él muy mal pero como vive en la estratosfera pues no le ha llegado nada.
¿Reconciliarse es pedir perdón?
De mi parte sí. Quiero pedir perdón al que se sienta ofendido. No es lo mismo pedir perdón a quienes están enfadados conmigo, que eso sería admitir que les he dado motivos y nunca acabaríamos, sino pedir perdón a quienes se sientan ofendidos, tengan razón o no.
¿Es cristiano, moral, ético, no sé cómo llamarlo, hacer de la pobreza una forma de vida y recordar que uno está con los pobres?
—Es una manera muy elegante de alimentar tu ego. Yo tengo un ego, y es un ego muy fuerte. Si no tuviera un ego tan fuerte, a los 86 años no estaría aquí. Este ego se alimenta y yo lo he alimentado de pobres. Otro lo alimentará de política, otro de libros, otro de casas, otro de riquezas... No tiene más misterio. Mi ego necesita que me ocupe de la pobreza, vivir así. Yo sin los pobres no sería nadie, un escritorcito. O un cura que llega a canónigo. En cualquier caso, un pobre desgraciado; como Tomeu Català, cuyo mérito ha sido hacerle la pelota a la Reina emérita, hacer un gran negocio e irse. Pero yo sigo aquí.
Usted no se corta. Alude en su libro al funeral de unas azafatas donde dijo que habían muerto en un atentado de la compañía.
—De Spantax, las defendía Angel Olmos, quien me defendió también a mí del entonces presidente de la Diputación. Aquella homilía fue un escándalo , el único funeral de protesta que he hecho en mi vida. Cuando dije lo del atentado todos los jefes de la compañía se levantaron y se fueron. Y a la hora de la comunión dije que no podía darla a gente que se odia.
¿Dios existe?
—Uy, sólo faltaba que a estas alturas tuviera que preocuparme .
¿Y el diablo o los demonios?
—Los demonios son muy guapos, los hay muy guapos, me he topado con cada Lucifer, jaja.