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Ruptura Vox-PP

¿Y si todo se rompe más de lo previsto?

María José Verdú, Manuela Cañadas, Idoia Ribas, Sergio Rodríguez y Agustin Buades. | Jaume Morey - J. MOREY

| Palma |

Pronosticar que Vox no llega al final de legislatura siendo un único partido en las Islas es de primero de carrera de Políticas, pero es que ya empieza a serlo pronosticar que Vox no llega ni a final de año. La fecha clave serán los Presupuestos y lo que unos y otros, oficiales y críticos, sean capaces de arrancar a Marga Prohens si es que quiere darles algo, que también puede pasar. Pero ha habido tantos vaivenes en esta formación en un año que ahora mismo sería atrevido asegurar que todos os diputados oficiales lo seguirán siendo en octubre. Los críticos seguirán donde están o más lejos aún, pero quién qué hará algún oficial.

Es muy llamativo el clamoroso silencio que sigue habiendo en la formación en Balears, donde nadie ha salido a valorar la decisión de su amado líder –que dirían en Corea–, Santiago Abascal. Ya han pasado cuatro días desde la ruptura y nadie ha hablado más allá de cuatro obviedades de que la vida en Cort y el Consell sigue igual. Pocos estaban informado de que el anuncio de Abascal iba a afectar al Govern, pero algunos en la cúpula estaban muy bien informados de que no afectaría al Consell. La figura que aparece aquí es Pedro Bestard, a quien en Vox sitúan a la derecha del padre en la calle Bambú. Dicen que tiene hilo directo con el líder, de ahí su salvación ¿eterna? Abascal sabía muy bien de qué hablaba cuando en una entrevista en Telecinco precisó que la ruptura no iba afectar a esas instituciones a las que los gobiernos autonómicas «les coloca» a los menores. No es que no sepa que es el Consell; lo sabe perfectamente y, aún así, ha quedado fuera de la quema.

Esa exclusión ha sorprendido en las filas ajenas, pero también en las propias: algunos seguirán cobrando su sueldo público en un gobierno que, oh sorpresa, es el que tiene encomendada la gestión de los menores que llegarán de Canarias. Hay runrún por las cercanías de la calle Olmos, donde la sede sigue cerrada a cal y canto como si aquí no hubiera pasado nada.

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