Miquel Àngel Benito preside Eticentre (Centre per a la Gestió Ètica de l'Empresa), que se ha pronunciado recientemente sobre la cuestión de la masificación y la saturación turísticas.
¿Cuáles son los orígenes de Eticentre?
—Eticentre se creó en 2003, en plena euforia económica, cuando un grupo de empresarios de Baleares consideramos que esa burbuja no podía acabar bien y apelamos a la responsabilidad social y ética de las empresas. La verdad es que hubo empresarios escépticos e incrédulos ante nuestra iniciativa y nos trataban como a unos ingenuos.
Ustedes acertaron. Cinco años después, estalló todo.
—Sí. En el fondo, lo ocurrido en 2008 estuvo causado, precisamente, por la falta de ética y de valores en la economía. Por ello, no era tanto una crisis económica propiamente dicha. En definitiva, se demostró que no íbamos desencaminados. La ética empresarial no era una idea estrafalaria, sino una necesidad.
Luego llegó la pandemia.
—Que también provocó episodios de nula ética empresarial, como ahora se ha demostrado.
Llama la atención la diversidad de los miembros de Eticentre.
—Sí. Podemos encontrar desde Caixa Colonya, Deixalles o Sonrisa Médica hasta empresas turísticas, de gasolineras o bodegas. De grandes empresas a autónomos, somos un total de 24. Intentamos hacer las cosas bien, no hacer negocio de espaldas a la sociedad y poner a las personas en el centro: trabajadores, proveedores, conciliación familiar.... Cada empresa comparte su experiencia con los demás y nos ayudamos entre todos. No es marketing. Tenemos perfectamente interiorizados los valores de la ética empresarial y analizamos los impactos de nuestra actividad y los de los demás. Las empresas no pueden ser autistas ante los problemas de sus trabajadores, además de tener en cuenta las preocupaciones medioambientales y sociales.
Recientemente, se han pronunciado sobre la masificación turística.
—No se trata de un debate turismo sí, turismo no, ni de dar culpas a nadie. No cabe duda de que el turismo ha supuesto un avance social para Baleares, pero hay que poner orden y tener una visión clara de cómo reconducirlo. Hay que aplicar medidas con seny. El turismo es una responsabilidad de todos y todos tenemos que sentirnos cómodos con su actividad.
Pero, tras la pandemia, se ha producido una vorágine turística que ha hecho movilizarse a una buena parte de la sociedad.
—Sí, el turismo se ha desbordado. Estamos llegando tarde, pero es el momento de reflexionar y cuestionar la situación actual para plantear otro modelo. Los récords turísticos han dejado de ser una buena noticia. Lo que hay que hacer es intentar llegar a acuerdos y consensos. Los enfrentamientos no sirven para nada, más que para perder el tiempo y las energías. Es importante no caer en debates estériles y trabajar desde el consenso para encontrar soluciones sostenibles para las personas y para el territorio. La industria turística y las administraciones tienen que implicarse con toda la sociedad para cambiar la situación actual. Si fuimos pioneros en el desarrollo del turismo, también tenemos que serlo en la capacidad de compromiso con la realidad social y la sostenibilidad.
También se han pronunciado en la denuncia del ‘greenwashing' o publicidad engañosa sobre la sostenibilidad.
—Nos sumamos a la demanda de entidades como Greenpeace o Creatives for the Future -una plataforma de agencias de comunicación- que pide medidas urgentes contra el marketing de ecoblanqueamiento o ecopostureo por parte de aquellas empresas que no cumplen con las acciones sostenibles que pregonan sus campañas publicitarias. Un estudio de la Comisión Europea cifra en más de un 50 % los mensajes publicitarios infundados y engañosos lanzados por empresas sobre sus acciones medioambientales, sostenibles o de responsabilidad social. Otro informe de la Autoridad Bancaria Europea estima que el año pasado se registraron más de mil casos de greenwashing entre empresas que aseguraron haber adquirido compromisos en su actividad, productos o servicios, sin que en realidad hubieran introducido cambios significativos en su gestión.
Un poco vergonzoso, ¿no?
—Sí, porque nos estamos jugando el futuro de nuestros hijos. Hay que acabar con la mentalidad extractiva de la economía, que tiene que ser regenerativa y circular. En definitiva, como hacían nuestros abuelos.