El sábado pasado dejó el cargo de Deán-Presidente del Cabildo de la Catedral de Mallorca, la institución democrática que data del siglo XIII (1240) más antigua de Mallorca. Mossèn Teodor Suau se va con la satisfacción de cumplir sus principales objetivos: profesionalizar la gestión de la Seu y adaptarla a nuevas realidades. Le ha relevado mossèn Antoni Vera.
¿Es un tema de edad?
Yo era sólo un presidente más de una larga fila, como le dijeron a Gaudí, un eslabón de una cadena. Sucedí a Joan Bauzà y el Capítulo elige al nuevo y el obispo lo confirma por cuatro años. Me eligieron en 2017 hasta 2021 que tenía 74 años y aunque me respetaban la jubilación, la segunda vez dije que al cumplir los objetivos presentaría mi dimisión. Tengo 77 años y no es estético alargarse.
¿Y cuáles eran los objetivos?
El último ha sido configurar el departamento de comunicación. Otro reciente es nombrar un maestro de capilla laico, Joan Company que está en contacto con el canónigo responsable lo referente a la música de la Seu.
¿Repetirán el encuentro de ‘sibil·les'?
Cada año hacemos un acto a caballo entre la cultura y la fe, Joan Company y Pere Oliver tuvieron la idea del encuentro de sibil·les mediterráneas. Fue un espectáculo multitudinario y ahora no sabemos qué hacer. No se repetirá, haremos otra cosa que dé a conocer el patrimonio musical.
Algo de lo que puede presumir es la apertura de las terrazas de la Seu.
Es una idea de Joan Bauzà pero se ha llevado ahora a su plenitud y ha sido un éxito rotundo. Los mallorquines los viernes no pagan y otros días pagan menos. Viene gente incluso en silla de ruedas que no puede subir, son casi 300 escalones.
La Seu también sufre un problema de saturación.
Pero lo controlamos. Hay una avalancha de visitas pero tenemos la seguridad externalizada y hay entradas que se compran online y otras en taquilla. Lo organizamos. De pie caben 6.000 personas pero nunca son tantos a la vez. Cuando vienen barcos hay overbooking, es uno de los termómetros más fehacientes de las temporadas turísticas, el espacio público más visitado de Balears.
¿No le preocupa que la fe se vuelva folklore?
Precisamente uno de nuestros objetivos es evangelizar a través de esto para que todo el que entra en la Seu se lleve una experiencia de Dios. Por eso cuidamos mucho las celebraciones con criterios de excelencia y fidelidad a la tradición. Aquí no hay guitarras pero sí ornamentos antiguos vistosos. Nos planteamos tener siempre presencia de sacerdotes para hablar. Y también tener un grupo de laicos profesionales que nos ayuden en esta tarea evangelizadora.
También abrió el columbario a quien quisiera ser enterrado en la Catedral.
Fue un éxito. Ha tenido muchas solicitudes porque quisimos que no fuera algo para ricos. A todo el que viene le cobramos una tasa pero es negociable.
Le criticaron por la iluminación de la Seu quienes querían una mayor diversidad de colores.
Sí, para determinados días del año pero la Seu no es un tablón de anuncios. Estoy muy contento con la iluminación nueva, resalta el color de la piedra natural.
¿Intentó hacer de intermediario para arreglar los problemas de la procesión del Crist de la Sang?
Es un tema que no es nuestro. Las cofradías y el obispo lo deciden y cuando colisionan estamos en medio. Preferiríamos que no vinieran, como antes, porque ahora es muy cansado.