El de este martes tendría que haber sido el último pleno ordinario del periodo de sesiones. Tendría. Porque mañana jueves se celebrará una sesión extra. Una sesión extra para que la presidenta Prohens reitere, en formato de comparecencia, lo que ya contó en la llamada mesa por la sostenibilidad. El pleno de ayer se preveía tenso antes de empezar la sesión –fue a las 16.20 horas cuando la tensión alcanzó su apogeo y el presidente del Parlament amenazó con «expulsar a todos» si hacía falta– pero no al extremo al que se llegó. Le Senne, el presidente de la Cámara, ha reventado el aniversario de su toma de posesión (una de las diputadas expulsadas, Mercedes Garrido, le dijo que no usara las manos) en una sesión de mucho más calado de lo que parece.
Todo empezó de una manera aparentemente inocente, cuando Prohens dijo que Negueruela había pactado el pleno con una diputada ultra (en referencia a Manuela Cañadas) mientras se habían tomado un café. Se refería a un encuentro casual antes del pleno, en un bar próximo. Cañadas se sentó con el socialista y hablaron de la propuesta de Més para reformar el reglamento. Esa propuesta se presentó en su momento para ‘salvar' a Le Senne del golpe que le había organizado su partido hace meses. El PP aceptó tramitarla (da más poder a las direcciones de los partidos que al propio grupo parlamentario) y no descarta aprovecharla (se cruzaron mensajes estos días) para ir más allá. El PSIB sospecha que se pretende limitar las sesiones de control.
El pleno de este lunes también aprobaba las conclusiones de la comisión de las mascarillas –se aprobaron con los votos del PP y Vox– y era, sobre todo, el de la derogación de la Llei de Memòria. Hubo concentración previa y participó el delegado del Gobierno, Alfonso Rodríguez. El Gobierno hará lo posible por parar en el Constitucional la derogación de esa ley. ¿Y el futuro de Le Senne? Si Vox le pide que se quede, se quedará.