Violeta, la mujer de Lorenzo Abrines, se sintió mal el domingo. Estaba en Lluc con su marido. A él le habían operado y, desde aquella intervención, cada semana iban al santuario a primera hora de la mañana desde Lloseta a rezar a la Virgen. Aunque Lorenzo la llevó a toda prisa hasta el hospital de Inca, los médicos de emergencias no pudieron remontarla. La queja amarga del marido es que no apareció la ambulancia que les prometieron. Se tenían que encontrar en Caimari con el vehículo médico. «No había nadie cuando llegamos. Sigo para Selva, no vi a nadie. Me voy para Inca y al llegar, me dice ella en una curva, ‘me muero'. Le dije, aguanta, que ya llegamos».
El IB-Salut dice que sí se envió un vehículo hasta Caimari para que esperara a la enferma y se hiciera cargo de ella en su traslado hasta el Hospital de Inca. También que, durante todo el traslado, desde Lluc a Inca el personal del 061 estuvo en contacto con la pareja vía telefónica y que hablaron con ellos en varias ocasiones. Las mismas fuentes plantean que el coche en el que viajaba la enferma se pudo cruzar.
Según Abrines, no había ambulancia alguna en la ruta. Desde Lluc a Inca tampoco hay mucha posibilidad de cambiar el recorrido. «En Inca hablé de nuevo con la misma doctora y me dijo que me enviaba una ambulancia entonces», señala también que vio a dos en la puerta del Hospital y que una se puso en movimiento en ese momento. De ahí su queja.
Violeta tenía 68 años de edad cuando ocurrió el suceso. «Estaba bien. Estábamos en la iglesia y veo que está rezando a la Virgen. Me dice: ‘no puedo caminar, no puedo caminar'». A esa hora, poco más de las nueve de la mañana, el templo estaba vacío y no había nadie más. «La tumbé en un banco y le puso un bolso en la cabeza». Consiguió llevarla hasta el coche. Mientras, pidió ayuda por teléfono. Primero llamó a la Guardia Civil que le remitieron al número de emergencias. «Una doctora me preguntó' ¿Qué tiene su mujer?»
Cita en Caimari
Fue entonces cuando, ante la cercanía del coche y, para ahorrar tiempo, se produjo la cita en Caimari, a medio camino. Lorenzo señala que fue lo más rápido posible hasta el pueblo y cubrió el descenso con agilidad. En total, hasta Inca, tardó media hora. «Iba muy deprisa».
Al llegar a Caimari no se encontró con ningún tipo de vehículo médico, «ni en la entrada ni en la salida». Su decisión, en lugar de esperar a que llegara, fue continuar el viaje e intentar llegar lo antes posible al Hospital por cualquier medio. En la carretera, apunta, tampoco se cruzó con ninguna ambulancia. «Me llama otra vez y me dice que estaría en Selva», tampoco.
Al llegar a Inca, a la puerta del hospital, tocó el claxon. El personal sanitario salió enseguida. «Por como tenía colocados los brazos yo ya ví que iba muerta. Un sanitario me dijo, ‘no quiero que te hagas ilusiones'». Abrines agradece el trato: «Quiero dar la enhorabuena a todos los médicos y enfermeros del servicio de emergencias que trataron de maravilla a mi mujer, quiero darles las gracias».
El dolor por lo ocurrido le lleva a dar una recomendación más cuestionable: «Yo digo que si tiene algún problema, que no llamen a emergencias ni a las ambulancias, que se lleven directamente al hospital». Concluye: «No tengo que esconder nada, mi mujer llegó muerta al hospital».