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CURAS DE OTROS PAÍSES

La forzosa globalización de la Iglesia de Mallorca

Una treintena de sacerdotes, religiosos y seminaristas de 16 países de Europa, África, América y refuerzan un cuerpo eclesiástico lastrado por su alta media de edad y la falta de vocaciones

Fray Carlos Enrique Díaz, Obinna Nicodemus Okoye y Josep Adrover, vicario general de Mallorca, en la Casa de l'Esglèsia de Palma. | Pilar Pellicer

| Palma |

La crisis de nuevas vocaciones ha llevado al Bisbat de Mallorca a abrir todavía más sus puertas en vistas a reforzar y apuntalar un cuerpo eclesiástico marcado por su alta media de edad y la ausencia de relevo, especialmente entre la población isleña. Una situación que refleja el momento que atraviesa la Dióciesis, que lucha por mantener, recuperar y consolidar a los fieles que, cada vez en menor cantidad e intensidad, a excepción de eventos como funerales, bodas, bautizos y demás, acuden a las iglesias y parroquias de manera regular.

Una situación de la que son «conscientes», como reconoce Josep Adrover, vicario general de la Diócesis de Mallorca, quien no esconde que la medida de edad entre los miembros de las diferentes comunidades y del cuerpo eclesiástico de Mallorca «es alta», aunque la llegada de nuevas vocaciones desde la Península, pero especialmente procedentes de otros países y continentes «ha dado aire fresco, pues la mayoría son jóvenes y ayudan a equilibrar la media de edad». De ellos, destaca que llegan «con impulso misionero», además de poner en valor «su actitud, que ha ayudado a adaptarse más rápido a la Isla, la cultura, la lengua y todo lo que les rodea en este nuevo destino».

Desgrana las cifras Adrover y dejan patente la importancia de este colectivo de sacerdotes diocesanos procedentes del extranjero. De los 139 del total en Mallorca, actualmente hay 14 en activo, lo que supone prácticamente el 10 % de la plantilla. Y llegan de una decena de destinos diversos; desde países europeos como Suiza, Rumanía, Austria o Ucrania, pasando por África (Nigeria y Guinea Ecuatorial), América (Cuba, Nicaragua y Colombia) e incluso desde Asia, con dos procedentes de China.

Josep Adrover, Fray Carlos Enrique Díaz y Obinna Nicodemus Okoye, durante la entrevista. Foto: Pilar Pellicer

La presencia de religiosos en congregaciones y conventos de Mallorca también es reseñable, habiéndose instalado en la actualidad una decena: dos de la India y México, tres de Rwanda y el resto llegados desde Perú, República del Congo y Colombia. A ellos cabe unir la presencia de cinco seminaristas extranjeros, una población importante respecto al total -una docena-, que llegan de Guinea Ecuatorial (3), Colombia e Irak. En total, son dieciséis las nacionalidades que se suman «al importante porcentaje de peninsulares, especialmente de religiosos, que actualmente residen en Mallorca y realizan aquí sus funciones», explica del vicario general, en referencia a esta globalización a la que se han visto dirigidos.

Adrover ensalza sus «ganas y energía», que les ayuda a superar «con gran celeridad la barrera del idioma, bien sea el castellano o el mallorquín para oficiar misa». A la par, no esconde el vicario, quien sabe de primera mano «que cuesta traer vocaciones locales, porque se ha interrumpido la transmisión de la fe en las familias. Si no van a la iglesia, no se sigue esa costumbre».

La llegada de estos sacerdotes se produce en ocasiones a través de la apertura y consolidación de relaciones por parte del Bisbat de Mallorca con otras diócesis del extranjero. Es el caso de la de Awgu, en Nigeria, o con los Franciscanos de México, «que cuando se vació el convento de Petra se convirtieron en aliados a la hora de atraer a frailes a Mallorca para continuar con esa labor en un lugar tan emblemático como la localidad natal de San Junípero», comenta Josep Adrover.

Estos religiosos que aterrizan en Mallorca en diferentes escenarios o funciones lo hacen «con referencias o recomendaciones del obispado de origen», apunta Adrover, con el fin de conocer sus orígenes, formación y antecedentes. Todos ellos, eso sí, además de 'globalizar' la Iglesia de Mallorca, «ayudan a mantener las iglesias, congregaciones y la fe» y se han convertido en una base sólida de cara al futuro de los estamentos eclesiásticos, que han encontrado en estas vocaciones llegadas desde el extranjero un balón de oxígeno para articular el relevo generacional.

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