Las parroquias de Mallorca han experimentado una debacle de catequistas a la vez que las peticiones de adultos por recibir un sacramento –como el bautismo– han aumentado. No hay suficiente voluntarios para enseñar los principios de la doctrina cristiana a un perfil mayor de edad. Esta situación ha llevado al Secretariado de la Diócesis a buscar una solución rápida.
Por primera vez, la Iglesia de Mallorca ha iniciado un itinerario cristiano y catecumenado para adultos que se celebra dos sábados al mes. Comenzó en septiembre y terminará en junio. «La necesidad de catequistas lo llevamos notando desde la pandemia. Hoy en día hay poco relevo, ya no tenemos el contingente que teníamos hace 15 o 20 años», asegura Jaume Martorell coordinador de la Iniciación Cristiana y del Catecumenado.
Martorell reconoce que «ser cristiano no está de moda» y por eso ha habido una deserción. «La gente ha dejado de practicar», considera. El voluntariado, para él, es una misión que se transmite en el Evangelio. Por ello sabe que cuando hablamos de catequesis, nos referimos al núcleo más duro de la Iglesia: los fieles.
En este primer itinerario hay un total de 10 catequistas para enseñar y orientar en el cristianismo a nueve personas. Las edades son variopintas, desde los 18 años hasta los 50. De hecho, estas dos edades son muy significativas: el más pequeño es el hijo del más mayor. Una familia acude al curso para recibir los sacramentos. La formación dura una hora y media y Martorell destaca que las primera semanas «han sido muy positivas». Una de la razones que mueve a los adultos a iniciarse en la fe es, principalmente, por una «búsqueda del sentido y de la existencia». Así lo asegura Jaume Martorell y destaca otro motivo: «La atracción de la figura de Cristo».
Ser catequista
La falta de catequistas ha llegado a oídos de Carlos Jiménez, de 56 años, que desde hace once años transmite el Evangelio en la Parroquia de Santa Teresita, en Son Armadans. «En mi barrio, no notamos ese declive, pero sí se comenta en muchas otras parroquias», apunta. Fue catequista cuando empezó a creer en Dios. Cuenta que estuvo muchos años sin ninguna práctica religiosa, incluso con «una postura totalmente contraria a la fe y a la Iglesia».
Esta situación le duró unos 20 años. De hecho, llegó a rechazar la religión. Pero su proceso, o la llamada, llegó en los últimos 13 años. Así comenzó a tener una «mirada progresiva». Al poco tiempo de sentir la fe, Carlos ya observaba con cierto desasosiego a la gente y los rostros de las personas: «Antes de iniciarme, no tenía especial ilusión por nada, llegué a experimentar una pérdida del sentido de las cosas y de la vida per se. No llegué a casarme, pero sí que he tenido muchas relaciones. Desde que volví a la fe, he dejado de buscar. Ahora veo a las personas insatisfechas, como con falta de esperanza. Porque es algo que yo también viví». Carlos Jiménez dedicó 13 años a la lectura y el estudio cristiano. Durante ese tiempo, por primera vez leyó la Biblia.
Su participación como catequista en la parroquia llegó de forma natural. Le preguntaron si quería ayudar y no dudó: «Nunca me lo había planteado pero sin embargo dije que sí». Ofrece clases a adultos, principalmente a padres de familia. Según su experiencia, el perfil ronda los 40 o 50 años.
«En la formación que hacemos estos meses explicamos qué significa creer y cuál es el contenido. Tenemos gente que busca un sacramento o varios, desde una persona que la bautizaron de pequeño pero nunca practicó la fe hasta otros que nunca han sido bautizados porque en su hogar no hubo práctica religiosa», puntualiza. En cuanto al género, asegura que hay el mismo número de mujeres que de hombres.
Una de las cosas que más valora Carlos cuando imparte la catequesis es que lo vive como «una alegría»: «Veo situaciones personales que me representan. Personas que han llegado como llegué yo: porque un día se levantaron y se empezaron a hacerse preguntas».
Maria Bauzà, de 45 años, proviene de una familia cristiana. Sin embargo, también ha tenido un proceso de fe en el que Dios «me ha ido llamando poco a poco». Esto comenzó hace 15 años, y asegura que en su etapa actual es «cuando he tomado más consciencia de mi identidad de pertenecer a la Iglesia y ser parte activa de la misma».
Maria es jurista de profesión y asegura haber tenido una educación religiosa, pero no destacaría su fe absoluta hasta los últimos años de su vida cuando empezó a profundizar más y más. El año pasado se inició como catequista para adultos pero también ha participado, esporádicamente, en la última década en la catequesis para los niños.
Cuando se le pregunta que por qué los adultos se inician tan tarde, responde varios motivos: «Algunos son motivados para acercarse a Dios y a la Iglesia en general. Otros lo hacen para cumplir un sacramento que les falta. Pero sea cual fuere el motivo que les impulsa hasta tomar esa decisión, este catecumenado supone un enriquecimiento personal y espiritual bastante grande».
Maria también es consciente de la falta de voluntarios para la catequesis de adultos, y reconoce que difícilmente se conocen estas ofertas si la persona no se acerca a una parroquia a preguntar. Por eso la Diócesis centralizó el curso, para dar más visibilidad.