La caótica construcción del velódromo Palma Arena -actualmente Velòdrom Illes Balears- acabó por destapar uno de los casos de corrupción más sonados en la historia de España (Nóos), que llegó incluso a alcanzar a miembros de la Familia Real, sentando en el banquillo a la infanta Cristina y su esposo, Iñaki Urdangarin, además de suponer el final político del expresidente del Govern y exministro Jaume Matas. Una cascada de despropósitos marcan la historia de una instalación que, más de tres lustros después, sigue siendo un lastre en los presupuestos del Govern y ha dejado capítulos e imágenes inolvidables.
La razón de ser de la instalación fue la celebración del Mundial de ciclismo en pista de 2007. Que se corrió sobre una pista de madera no homologada y que tuvo que sustiuirse tres años después de su inauguración para poner recibir el visto bueno de la Unión Ciclista Internacional. Fue una más de las muchas historia que han rodeado a un recinto nacido y crecido bajo el halo de la sospecha, y que dejó una imagen icónica dentro de una etapa de derroche y descontrol.
No es otra que la del ascensor inútil y sin sentido que no llevaba a ninguna parte. El que está sobre el aparcamiento, sometido también a una profunda reforma para evitar su derrumbe a consecuencia de las filtraciones de agua que obligaron a su cierre. Las goteras también llegaron al velódromo, escenario de todo tipo de eventos. Desde partidos de fútbol, baloncesto, voleibol, hockey en línea o fútbol sala hasta un Mundial de trial, la 'Batalla de las Superfícies' entre Rafael Nadal y Roger Federer y la Final Four de la Champions League de fútbol sala... Incluso mítines electorales, ferias, conciertos, ceremonias religiosas, la entrega de Los 40 Music Awards. Además de competiciones de ciclismo en pista, como Campeonatos de España, eventos del calendario balear o la UCI Track Champions League.
Remontándonos a sus orígenes, ya a finales de 2004 se hablaba de levantar un velódromo en Palma. Son Oms pareció ser la primera ubicación elegida, pero finalmente fue junto a Sant Ferran donde se debía levantar esa instalación, con un área polideportiva en su espacio posterior que jamás se pudo construir al quedarse sin financiación. El arquitecto inicial, Ralph Schürmann, también fue apartado del proyecto y acabó pleiteando contra el Govern, tomando las riendas Luis y Jaime García-Ruiz. También apareció el técnico neerlandés Sander Douma, que admitió problemas técnicos en la pista que forzaron su sustitución en 2010. Entre medias, el edificio norte se caía y el videomarcador era un dolor de cabeza, más allá de por su sobrecoste (se pagaron 2'2 millones de euros) por su funcionamiento.
Era imposible sacar rendimiento a una instalación que se aprovechó para dar cobijo y espacio a las federaciones deportivas y a diferentes áreas administrativas del Govern. Pero la fama le llegó a través de los juzgados. El 'Caso Palma Arena', dividido en una larga serie de piezas, fue el telonero de una cascada de capítulos de corrupción que provocaron un terremoto político en Baleares. Una treintena de imputados, entre ellos el expresident Jaume Matas, y diecinueve meses de instrucción con el juez José Castro al frente acabaron por elevar la fama de un velódromo más conocido por sus nexos con la corrupción que por su valor deportivo: es la única pista de madera cubierta existente en España.
Ese halo de corrupción que le rodeaba y a la que todos le vinculaban llevó al Govern a cambiar el nombre oficial del recinto, con el fin de pasar página. Tras una consulta, en 2019 se optó por denominar al Palma Arena como Velòdrom Illes Balears. Aunque la huella que ha dejado y el peso de la hemeroteca serán difíciles de borrar.